La salchicha Frank quiere lo mismo que toda la comida del supermercado: que uno de los dioses (seres humanos) llegue y se lo lleve al cielo en donde por fin podrá ser feliz junto a, o mejor dicho, dentro de la medialuna de sus sueños. Sin embargo, cuando esto está a punto de suceder, una serie de accidentes lleva a Frank a cuestionarse si realmente lo que hay fuera de esas puertas corredizas es el paraíso al que todos le cantan cada mañana. En una especie de parábola llena de lenguaje altisonante y albures adolescentes, vemos a Frank enfrentar la duda sobre sus creencias y atreverse a cuestionar las certezas de su mundo.
Hay una corriente en el universo de la animación que crea productos destinados a entretener a lo bruto a adolescentes, reales y tardíos, casi siempre relacionado con el consumo de marihuana. Este es también el humor al que apelan buena parte de los guiones que Seth Rogen escribe junto con Evan Goldberg (en este caso contaron también con la ayuda de Jonah Hill, Kyle Hunter y Ariel Shaffir) llevando hasta las últimas consecuencias sus ocurrencias más ilógicas. Se trata de una línea que comienza con Superbad (2007), y pasa por Pineapple Express (2008), This Is The End (2013) y ahora nos lleva a La fiesta de las salchichas (Sausage Party, 2016), en la que podemos ver cómo los creadores se han ido quitando las ataduras de manera un tanto abusiva y han optado cada vez más por el chiste vulgar y baboso que sólo puede ser musicalizado con la clásica carcajada de Rogen. Su objetivo es obtener risas simplonas a partir de sandeces y si lo logran –o no– depende en buena parte del espectador. Si los gags del humor físico daban risa por absurdos, los gags de este humor vulgar dan risa porque nos remiten a cuando teníamos 12 años y no había adultos cerca. Si no hay disposición para despojarse de cualquier indicio de madurez y no tomamos la decisión de adormecer nuestros cerebros por un par de horas, la película es un bodrio. Si la aceptamos como lo que es, y no esperamos chistes intelectuales de Woody Allen sino más bien albures dignos de la estación de metro Pantitlán o de nuestra secundaria, podemos pasar un buen rato. La animación es impecable y las voces de comediantes y celebridades hollywoodenses encajan a la perfección con cada comida antropomórfica asignada. Tiene un entramado efectivo aunque concluye de manera poco excepcional. ¿Hay ideas detrás? Algunas. Se discuten temas como la religión, el amor, el racismo, la honestidad y hasta el conflicto palestino-israelí, pero todo parece estar ahí con el único objetivo de dar pie a otra babosada.
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Fecha de estreno en México: 7 de octubre, 2016.