Video. Corneliu Porumboiu habla sobre las peculiaridades del lenguaje en La Gomera
Cristi (Vlad Ivanov), un oficial de policía rumano que trabaja como denunciante para la mafia local, se ha encontrado en una situación peculiar. Una mujer hermosa y misteriosa llamada Gilda (Catrinel Marlon) lo cita para ayudar a Zsolt (Sabin Tambrea) a escapar de una prisión en La Gomera, una de las Islas Canarias, pero la misión requiere que se trasaden a esta región española para aprender su complejo idioma local, que consiste en silbar -por si eso no fuera complicado debe aprender a silbar tanto en rumano como en español-. Rápidamente nos enteramos de las múltiples relaciones que se tejen entre los personajes: Gilda es la novia de Zsolt y la fábrica de colchones de éste es una fachada para el lavado de dinero. Ambos trabajan para Paco (Agusti Villaronga), un mafioso español que no está muy feliz de saber que la pareja ha estado planeando fugarse con su dinero antes de que Zsolt fuera atrapado por la policía en una redada en la que Cristi estuvo involucrado. Por otra parte, la jefa de Cristi, Magda (Rodica Lazar), tiene ideales muy claros de cómo confrontar a los criminales. Cristi pronto se encuentra lidiando con una serie de eventos inesperados, juegos de chantaje y traiciones, sin tener certezas de para quién trabaja y con las constantes sospechas de ser espiado y vigilado por los que aparentemente están de su lado.
En su más reciente filme, La Gomera (2019), el cineasta rumano Corneliu Porumboiu pone el análisis político y social -que ha distinguido sus obras previas, principalmente 12:08 al este de Bucarest (2006) y El tesoro (2015)- en un segundo plano. Este distanciamiento estilístico y geográfico con su país natal y con el realismo social lo expresa no sólo al filmar gran parte de la película en las Islas Canarias, sino principalmente recurriendo a los códigos del film noir, estrategia que luce particularmente adecuada para excavar en las áreas de sombra ética de los personajes, que se encuentran divididos entre la lealtad y el individualismo, haciendo eco de innumerables películas del género como Double Indemnity (Billy Wilder, 1944), The Big Sleep (Howard Hawks, 1946) y The Maltese Falcon (John Huston, 1941). Además, el director revive su fascinación por la lingüística -un tema que exploró anteriormente en Policía, adjetivo (2009), filme que examina las arbitrariedades de las palabras- pero en esta ocasión toca puntos de refinamiento absoluto a través de la recuperación de uno de los códigos más singulares de la comunicación: el silbido. Y es precisamente en los métodos de comunicación, en el juego de la verdad y la falsedad típicos del género (aquí desglosado y ramificado) donde se edifica la intrincada pero bien pensada trama. Utilizando todas las estratagemas posibles (espejos, ventanas que enmarcan a los personajes, cámaras de vigilancia), el director reconstituye la narración a través de fragmentos aparentemente irreconciliables entre ellos pero que conforme fluye el relato embonan de manera precisa y congruente. En una operación decididamente elegante, Porumboiu se enfoca en la desestructuración y la reflexión interna sobre los códigos de la comunicación visual y oral (que se centran en el concepto de verdad y su mistificación). En este sentido, la narración de La Gomera se mueve en diferentes planos temporales, con las subdivisiones más clásicas en capítulos (cada uno con el nombre de un personaje) y una estructura que se expande gradualmente y que, según la tradición del género, desvanece y mezcla los roles y las certezas, para delinear una imagen articulada en varios tonos de grises y ambigüedades.
Fecha de estreno en México: 10 de julio, 2020.
*Únicamente en las siguientes ciudades: Morelia, Cancún, Aguascalientes y Cozumel.