Luego de quedar viuda, Anna (Linda Cardellini) está luchando por criar y mantener a sus dos hijos, Samantha (Jaynee-Lynne Kinchen) y Chris (Roman Christou). Ella tiene un empleo como trabajadora social, y recientemente se le asignó el caso de Patricia (Patricia Velásquez), una mujer de origen latino que ha sido denunciada por maltrato infantil. Al entrar en el apartamento de Patricia, Anna encuentra a los niños en condiciones deplorables, escondidos en un armario y con la advertencia de no aproximarse. Ignorando el aviso y sin saber, Anna abre la puerta y en ese momento expone a los niños a la ira de La Llorona, una especie de poltergeist que se alimenta del miedo de los más pequeños. Aunque al principio se muestra escéptica ante tal historia, muy pronto Anna es atacada por La Llorona, quien arroja una terrible maldición contra Samantha y Chris. Sin saber qué hacer ante este fantasma malicioso, Anna encuentra en su camino al Padre Perez (Tony Amendola) con la esperanza de salvar a sus hijos de una muerte cada vez más próxima.
No es la primera vez que el cine trata la figura de la Llorona, una leyenda de origen precolombino sobre un espíritu triste y melancólico que ahogó a sus hijos para vengarse de la traición de su marido. Esta criatura oscura del folklore latinoamericano fue tema central de la película mexicana La Llorona (1933) y luego en una nueva encarnación, La maldición de la Llorona (1961), así como una serie de apariciones cinematográficas y televisivas ocasionales en obras de la más variada naturaleza y procedencia. El cine de terror estadounidense se había mantenido al margen de esta figura, quizá por su incapacidad de comprender y retratar ese universo mágico y ancestral que está bastante alejado de los cánones del horror occidental. Pero ahora, con la intención de seguir experimentando con los tropos del género, el productor James Wan (en gran parte responsable del éxito de las sagas de Saw y The Conjuring) decide “prestar” el personaje del Padre Perez -que apareció en Annabelle (2014)- al director debutante Michael Chaves para inaugurar un nuevo universo. El horror de The Curse of La Llorona (2019) no es lento en manifestarse; lo hace primero matando cruelmente a los niños de la mujer latinoamericana, y luego atacando a los de la protagonista. El director despliega estas acciones violentas enfatizando los elementos iconográficos de la tradición local -velo y vestido blanco- pero recurriendo a toda la parafernalia hollywoodense, incluyendo las puertas chirriantes, los juegos de luces y penumbras, las apariciones ocultas por puertas y ventanas, las esquinas y los pasillos listos para ser poblados por presencias que (no) esperamos. Además de recurrir a los códigos estéticos de la industria y al discurso aleccionar norteamericano (para intentar resaltar los valores de la familia) para apropiarse de una antigua leyenda, el mayor problema del filme consiste en la inverosimilitud del guion, no tanto en los elementos sobrenaturales, sino en la poca credibilidad de la lógica narrativa y en las absurdas decisiones que toman los personajes. Bastará con decir que el primer contacto de los hijos de la protagonista con el espectro se desarrolla de manera ridícula: ¿Por qué llevar a dos niños a la escena del crimen a media noche? Y que, en la larga parte de la confrontación final con la criatura, el guion parece perder de vista la necesidad de coherencia, quizás confiando en que las invenciones visuales pueden compensar efectivamente la falta de ideas.
Fecha de estreno en México: 18 de abril, 2019.