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Lee aquí nuestra ENTREVISTA con Joachim Trier

Después de recibir una estricta y severa educación por parte de sus padres cristianos fundamentalistas, la joven Thelma (Eili Harboe) se traslada a la capital de Noruega, Oslo, para asistir a la universidad. Tímida y retraída por razones que no se entienden de inmediato, Thelma tiene problemas para vincularse con sus compañeros y hacer amigos; ella sólo encuentra una conexión con Anja (Okay Kaya), una estudiante más extrovertida que tiene un interés especial en la gente solitaria. Aunque emocionada por el vínculo que crece entre ella y Anja, Thelma está inquieta por la falta de control sobre su cuerpo y sus emociones. Cuando ella comienza a tener ataques epilépticos, sueños inquietantes e incidentes telequinéticos, descubre y reconoce que posee poderes sobrenaturales que afectaron su niñez; y aunque se siente atraída por Anja, el proceso de enamoramiento sólo la confunde y empeora las cosas, creando una fuerza destructiva que no puede controlar.

Después de su primera incursión en inglés con Louder Than Bombs (2015), el cineasta noruego, Joachim Trier, vuelve a su territorio natal y su lengua materna en Thelma (2017), pero cambia el género drásticamente. De un drama familiar con orientación realista sobre la memoria, el director ha dado un giro hacia lo sobrenatural y ha añadido una pizca de sutil horror. Trier y su habitual coguionista Eskil Vogt confeccionan el complejo, despiadado y amenazante viaje de identidad de la joven. El director crea una pesadilla de lenta combustión disfrazada de drama de madurez; raramente aturde para aquellos que esperan una cinta de horror tradicional, pero la película tiene momentos selectos de interacciones realmente sombrías y le va bien con su descripción de la angustia adolescente. Thelma es una soñadora prolífica y su infancia al lado de sus padres está cargada de elementos simbólicos de la vida silvestre; la enigmática presencia de serpientes, insectos y cuervos suelen ser el preludio de una convulsión o, incluso, algo más siniestro. La conjugación de ejes temáticos -adolescencia y religión- recuerda películas de terror de los años setenta como Carrie (1976) y The Omen (1976), mientras que su entorno gélido y apariencia fría recuerdan a otras películas de género recientes como Let The Right One In (2008) y The Transfiguration (2016). La fotografía de Jakob Ihre y la puesta en escena de Trier permiten que la película combine sutilmente diferentes atmósferas, desde tomas del entorno urbano cotidiano que enfatizan un sentido de realismo hasta secuencias oníricas y de marco subjetivo que muestran el alcance de las habilidades sobrenaturales de Thelma. Las imágenes religiosas abundan, desde las serpientes que recorren la imaginación de Thelma, hasta el agua bautismal y la sangre de la feminidad mezclada con leche virginal en el piso, pero Trier las emplea sin el alboroto o las fanfarrias habituales del género, lo que le da nuevos significados y temores asociados a la reinterpretación del mito de la bruja escandinava. Explorando los efectos psicológicos de la fe religiosa opresiva, la represión de la homosexualidad, la sensualidad y la carne, la psicosis del fuego del infierno y el pecado, Trier teje una historia dinámica y convincente de intriga. Si existiera un concepto de lógica en lo sobrenatural, podría aplicarse a este trabajo. El director tiene un diseño lúcido de lo que quiere comunicar y desenrolla pacientemente la intrincada maraña de la narración en un final congruente y satisfactorio que recupera todos los hilos explorados en el camino.

Fecha de estreno en México: 29 de marzo, 2018.

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