En 1952, una monja se suicida en una remota abadía en un poblado aislado de Rumania. El Vaticano quiere saber por qué una alma tan pura elegiría cometer un pecado tan grave que atenta contra la creación de Dios. Los funcionarios de la iglesia envían al padre Burke (Demián Bichir) a las tierras de Europa del Este, donde es alcanzado por la joven hermana Irene (Taissa Farmiga), quien, a punto de tomar sus votos, se prepara para una vida de servicio religioso. Al llegar cerca de la abadía, ambos conocen a Frenchie (Jonas Bloquet), un lugareño que descubrió el cadáver de la monja muerta, lo que lo convierte en un guía ideal en una tierra posiblemente maldita. Después de indagar, reflexionar y trabajar alrededor de la propiedad, los detectives sagrados hacen una conexión con la hermana Oana (Ingrid Bisu), quien se ha convertido en testigo de la creciente locura y miedo en la comunidad debido a la creencia en Valak (Bonnie Aarons), un demonio que se esconde en las sombras, asesinando a los que se atreven a enfrentar los terribles secretos de la abadía.
Cuando en una de las secuencias finales de El conjuro (2013) se exhibió la sala de artefactos malditos de los demonólogos Ed y Lorraine Warren se anunciaba la posibilidad de construir un nuevo universo cinematográfico de terror. Y así fue, los creadores –entre ellos el director y productor James Wan- retomaron objetos y referencias de aquella estantería para explorar las historias y orígenes de algunos de ellos. Hasta hace poco el plan de spin-offs se había limitado a explotar a la muñeca diabólica de Annabelle (en dos ocasiones: 2014 y 2017); sin embargo, ahora, con La monja (The Nun, 2018), la franquicia viaja décadas atrás para descubrir el origen de la espantosa figura ‘sagrada’ de El conjuro 2 (2016). Quizás era mejor dejar a Valak como una pintura inquietante funcionando como el combustible de alguna pesadilla ocasional. Retomar una monja demoniaca como elemento central del relato no permite muchas direcciones creativas; así encontramos al director Corin Hardy (The Hallow, 2015) limitándose a la abadía para explotar al máximo los tropos de los relatos de horror sobrenatural de mansiones embrujadas y casas malditas, es decir, reduciendo el concepto del mal a un edificio envejecido y bien abastecido de apariciones aparentemente sorpresivas. Los pasillos obscuros y las habitaciones con poca luz pasan por encima de las motivaciones, los miedos y las personalidades de Burke e Irene. Ambos manifiestan traumas del pasado no resueltos, pero el guion de Gary Dauberman (It, 2017) no ejerce presión sobre esos puntos, sino que utiliza a los personajes como pretextos para despertar todo tipo de encuentros malvados. Salvo la visceralidad y crudeza de una escena referente a un enterramiento cuando la persona sigue con vida, en La monja abundan las repeticiones y los reciclajes, haciendo que el sentido de claustrofobia se convierta en una rutina aletargada en lugar de una efectiva sensación de pánico. Incluso, de manera paulatina el relato se empantana en la mitología cristiana, aspirando a establecer un gran desenlace con las fuerzas del infierno enfrentándose a los agentes del cielo en un final abrupto que se esfuerza por vincularse con el universo de El conjuro.
Fecha de estreno en México: 7 de septiembre, 2018.