Lee aquí nuestra Reseña de La Paloma y el Lobo
Ve aquí nuestra Entrevista con Carlos Lenin
Paloma (Paloma Petra) y El lobo (Armando Hernández) viven ese período en las parejas cuando tanto ella como él parecen estar parados sobre arena movediza. Cualquier intento por acercarse, los aleja; todo impulso por arreglarse, los descompone. Cada uno, además, se encuentra sorteando conflictos laborales y, simultáneamente, batallando con demonios internos generados en parte por la nostalgia y el desasosiego; mientras tanto el ambiente que los rodea se enrarece progresivamente con las pulsiones de violencia que privan en el país, que a cada instantes amenazan con irrumpir en sus vidas y que, aunque para escapar de ella huyeron de su pueblo, parece los perseguirá dondequiera que busquen encontrar calma y paz.
El filme abre con una toma abierta, muy prolongada, de alguien que nada buscando llegar a una orilla dentro de una gigantesca presa. El plano no solo se postula como declaración de principios, sino que marca el trazo de circularidad en que está estructurado el recorrido del relato. Porque trama, como tal, casi no hay. La Paloma y el Lobo es un filme contemplativo, pero no de los perezosos que esperan que el espectador conjeture todo lo que al director le dio flojera pensar o la cabeza no le alcanzó para hacerlo. Por el contrario, Carlos Lenin demuestra un enorme talento para emplazar la cámara, encuadrar el trozo de realidad que recreará, designar cómo será éste iluminado (notable el trabajo fotográfico de Diego Tenorio, fenomenal por bella y expresiva la secuencia de los soldadores), integrar el sonido como expresión fundamental del lenguaje del cine, calibrar en su punto la interpretación de los actores; para moldear el espacio y el tiempo de forma auténticamente cinematográfica. Cada plano es una postal hermosamente diseñada, pero no desde la esterilidad del preciosismo efectista, sino en virtud de la evocación de emociones, recuerdos, imaginaciones, temores, insatisfacciones de seres humanos que se encuentran transitando por un período de su existencia plagado de turbaciones. La facilidad que el director demuestra para la expresión lírica en el cine por momentos hace pensar en Tarkovsky pero, no conforme, le añade agudos comentarios sociales, particularmente sobre el efecto destructor que la violencia tiene en el alma humana, y de igual forma permite que el humor se filtre a través del lenguaje cotidiano. El resultado redondea un robusto retrato de lo que es vivir y amar en el convulso México de la actualidad y permite colocar a Carlos Lenin como uno de los cineastas mexicanos con genuina talla de autor; de esos que son verdaderamente ambiciosos.
Fecha de estreno en México: 22 de abril, 2021.
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