Inspirado en Left Behind (Dejados atrás), el bestseller de Tim LaHaye y Jerry B. Jenkins, La última profecía (2014) se centra en Ray Steele (Nicolas Cage), un piloto que, después de una breve discusión con su hija Chloe (Cassi Thomson), debe hacerse cargo de uno de los vuelos del Boeing 747 con rumbo a Europa. De manera misteriosa, varios de los pasajeros desaparecen sin dejar rastro –lo único que queda intacto son sus ropas y pertenencias–. Ante el caos y la desesperación de los tripulantes sobrevivientes, Ray busca hacer contacto con su hija, sólo para enterarse que el planeta entero vive la misma situación que en las alturas.
La última profecía retoma lo que se conoce, en algunos círculos cristianos, como el rapto o arrebatamiento. Según esta creencia, el fin de los tiempos será anunciado por la asunción corporal de los justos en el cielo, seguido de un período de peste, guerra, hambre y muerte para los que se quedan. El filme, dirigido por Vic Armstrong –conocido por ser el doble en las escenas de alto riesgo de Harrison Ford en tres películas de Indiana Jones–, se basa en un guión insustancial que sermonea a los personajes y espectadores planteando cuestiones de fe y creencia religiosa, pero haciéndolo de manera frívola, superficial y vacua. Tanto el tratamiento narrativo, como el conceptual, resultan inverosímiles e irrisorios. Una propuesta falsa y poco inteligente, donde la bondad y la maldad (las acciones cotidianas de los seres humanos) no importan, sólo la fe.
LFG (@luisfer_crimi)