En plena entrevista, mitad anodina, mitad reflexiva, que concede la famosa actriz francesa, Fabienne Dangeville (Catherine Deneuve), a un periodista en su propia casa (que parece un palacio, pero con una prisión detrás), llegan a visitarla desde Nueva York su hija, Lumir (Juliette Binoche), guionista de cine; su esposo, un actor norteamericano de medio pelo y alcóholico rehabilitado, Hank (Ethan Hawke); y la hija de ambos, Charlotte (Clémentine Grenier). Se trata de un viaje motivado, en buena medida, por el lanzamiento de un libro autobiográfico de Fabienne, “La Verité” (La verdad), quien además se encuentra rodando un nuevo filme, de ciencia ficción, apropiadamente titulado Memories of My Mother (Memorias de mi madre). Desde el principio es notorio que entre madre e hija existen fricciones de todo tipo, cicatrices del pasado de esas que siguen supurando, en una y en la otra, aunque de modos distintos. Fabienne fue una madre negligente, es ególatra, vanidosa y narcisista, y el descubrir que en su libro se pinta a sí misma bajo una luz mucho más favorecedora para su imagen (particularmente como madre), enfurece a Lumir. "Prefiero ser una mala madre pero una buena actriz", le reconoce Fabienne a su hija; el no hacer siquiera una mención a su asistente y confidente por más de 40 años, le provoca a Luc (Alain Libolt) un fuerte disgusto que lo impulsa a renunciar. Con el ambiente crispado, la tensión hinchada, Lumir decide auxiliar a Fabienne durante la filmación, donde descubre que la trama gira en torno a una madre con una enfermedad mortal que, con tal de preservar su vida (sin envejecer, además), viaja al espacio –donde el tiempo no transcurre- regresando cada siete años a ver a su hija que, gradualmente, se va haciendo más vieja que ella misma. Fabienne interpreta a la hija cuando ya rebasa los setenta, resentida con una madre eternamente en sus treinta que prefirió salvarse que sacrificarse y vivir con ella. Tanto el modo en que reverbera cuanto ocurre en el set de filmación en sus propias vidas, su efecto catalizador, como un ingenioso guiño que Lumir orquesta con Charlotte para seducir a su abuela, permiten que los desasosiegos, los sentimientos y los resentimientos tengan la oportunidad de, quizá, reencauzarse entre ellos, entre ellas.
No hay otro director en el mundo que aborde y resuelva las temáticas de familia como lo hace Hirokazu Kore-eda. Hasta ahora siempre había filmado en su natal Japón, pero con La Verité extiende sus cavilaciones hasta territorio francés, con un elenco conformado por estrellas mayúsculas. Sin perder en momento alguno el espíritu que ha imbuido a su cine, la adaptación a la idiosincrasia francesa la resuelve con tersura, con fino humor e incluso, en ocasiones, también ternura (el propio Kore-eda es responsable del montaje). Si previamente fueron dos parejas de padres a los que les cambiaron el hijo al nacer, para más adelante tener que decidir si quedarse con el que habían criado o recuperar al que en realidad engendraron (De tal padre, tal hijo; 2013); en otra, la íntima cofradía de ladrones que actúa como una familia mientras gradualmente descubrimos que no lo es (Un asunto de familia; 2018); o, también, los intentos de un hombre incapaz de pagar la manutención a su exesposa (desconfiando de las convenencieras visitas de su hermana a su madre, mientras aquélla sospecha de las de él) por afianzar su relación con su pequeño hijo (Después de la tormenta; 2016)… Si previamente, decía, fueron esos algunos de los ejemplos de la forma en que Kore-eda ha planteado con ingenio y mucha sensibilidad la naturaleza y solidez de los vínculos afectivos más entrañables, que son los que se desarrollan dentro del ámbito familiar (para bien y para mal, con o sin lazos de sangre); en el caso de La Verité, el japonés apela a un esquema similar al que fraguó el gran Ingmar Bergman para su Sonata de Otoño (1978). Pero mientras el maestro sueco, a la escandinava, propone que el encuentro de madre e hija termine estallando en las recriminaciones, animosidades y dolores mutuos acumulados (por celos, envidias, fallas, choques de personalidad típicos en ese tipo de relación), dejando a ambas vacías y con poco espacio y entusiasmo para restañar su fisurada relación; el maestro japonés, a la oriental, plantea que ocurra algo muy similar entre ellas pero evitando detonar explosiones violentas de las que es difícil volver atrás y se las arregla para permitir que ambas cuando menos encuentren cauces para ir vislumbrando sus modos de alcanzar la reconciliación, y con el toque francés de la champagne, si es que en última instancia la desean. A través del agudo juego de espejos que Kore-eda establece entre la realidad de Fabienne y Lumir y la ficción dentro del filme de Fabienne, por un lado; y del sembrado que hace Kore-eda de pequeñas dosis de información aquí y allá que, posteriormente, cobran mucha mayor relevancia de la que parecían tener y que, es cierto, asimismo terminan siendo decididamente más profundas de lo que aparentaban en primera instancia (una pregunta del periodista, la cepillada del cabello, un comentario, un recuerdo, la metarreferencia de una línea del filme dentro del filme, etc.), es que mágicamente La Verité va transformándose y complejizándose, en el mejor de los sentidos: el melodrama simpático florece hasta convertirse en un drama elegante y filosófico que habla de los sueños, los secretos familiares, las muecas de sus silencios y el misterioso elixir del amor. “El cine debe tener poesía”, señala Fabienne en algún momento. Hirokazu Kore-eda lo sabe bien, y la conjura a partir de instantes, y de la suma de ellos, acentuando su carácter fugaz y subrayando que la única posibilidad que tenemos para retenerlos es mediante la memoria, aunque ésta suela, traviesamente, crear sus propias versiones de cuanto ha ocurrido. Es por eso que “la verdad” de la que habla el título del filme, fundamentalmente cuando es revisada en retrospectiva, suele ser elástica, cuando no de plano difusa. ¿Qué es “la verdad? ¿Para una actriz, para una guionista, para un director de cine? ¿Para el cine mismo?
Fecha de estreno en México: 1º de julio
Consulta salas y horarios en: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional