El filme inicia en 1981 con Gloria Grahame (Annette Bening) preparándose para salir a escena en un antiguo teatro en Liverpool. Mientras realiza su ritual de belleza, observamos una serie de objetos que la actriz atesora, mismos que acomoda en el tocador de su camerino. Conforme se maquilla, el espejo frente a ella nos permite ver las arrugas en su rostro, aquellas marcas del tiempo –en ese entonces- imborrables que develan a una mujer durante el final de su quinta década y el desgaste de una enfermedad terminal. A punto de ser llamada a escena, Gloria colapsa. Negándose a ir a un hospital, la estrella de cine le pide a Peter Turner (Jamie Bell) –un antiguo amor-, que le permita quedarse en su casa mientras se recupera. Mientras Peter cuida de Gloria, regresamos, a partir de una serie de flashblacks, a la relación que ellos mantuvieron dos años atrás, cuando se conocieron en la casa de huéspedes que la madre del joven administraba.
Basado en las memorias del actor y escritor Peter Turner, Las estrellas de cine nunca mueren (Film Stars Don’t Die in Liverpool, 2017) recrea la relación que mantuvo Turner con la femme fatale del cine noir, Gloria Grahame, en sus últimos años de vida -pues la actriz falleció debido a un cáncer de estómago detectado tardíamente-. El director Paul McGuigan (Victor Frankenstein, 2015) logra resumir la decadencia actoral al situar a una antigua estrella de Hollywood en la casa de una familia inglesa de clase media, incapaz de experimentar el glamur de Los Ángeles y conformándose con pequeños papeles en producciones modestas. Sin embargo, el filme nos anticipa de manera tan prematura la muerte de la actriz, que la posibilidad de hacer de la cinta un homenaje a la brillante carrera de Grahame se vuelve un sórdido recorrido hacia su fallecimiento. Tal vez de esa sentencia se excluya la escena en que la pareja conformada por Bening y Bell interactúan por primera vez, donde el romance construido a partir del encuentro de dos cuerpos ocurre durante una enérgica rutina de baile disco que los dos actores ejecutan. Matt Greenhalgh (Control, 2007; Nowhere Boy, 2009) elabora un guion en apariencia objetivo sobre la historia de la actriz, porque, de la misma forma en que retoma los puntos más álgidos en la vida de la intérprete, también lo hace con uno de los eventos que marcó a la actriz –al menos frente a los tabloides de Estados Unidos-, una relación incestuosa que mantuvo con uno de sus hijastros mientras éste era menor de edad –y con el que años después se casaría-. Empero, esa supuesta imparcialidad construida se viene abajo cuando Peter cuestiona a Grahame sobre el tema y ella dice: “No, pero todos lo han dado por hecho. Piensa lo que tengas que pensar”. El amor hacia el otro y la compasión que los actores desprenden, se vuelven una de las columnas sobre la que descansa Las estrellas de cine nunca mueren. El peso actoral tanto de Annette Bening como de Jamie Bell logra crear momentos emotivos; desde las crisis de edad que Gloria comienza a experimentar –y por las que pelea con frecuencia con su pareja-, hasta el conmovedor llanto de Peter cuando ella regresa a Nueva York.
Fecha de estreno en México: 15 de junio, 2018.