A principios de la década de 1980, en la ciudad de Leningrado (ahora san Petersburgo), Mike Naumenko (Roman Bilyk) es una estrella de la escena musical que disfruta del prestigio que ha labrado en conjunto con su banda Zoopark. Él es un hombre empático y decidido que vive en compañía de su bella esposa, Natasha (Irina Starshenbaum), y su pequeño hijo. Mike toca con su banda en un centro nocturno aprobado por el estado, donde todas las letras tienen que ser revisadas previamente por un censor, y donde los guardias de seguridad ordenan a la audiencia que permanezca quieta todo el tiempo. Pero estas restricciones no le molestan; Mike no tiene ningún deseo de desafiar al sistema, y cuando no está en el escenario, se contenta con sentarse en su pequeño y destartalado apartamento escuchando a T-Rex y traduciendo las letras de David Bowie, siempre acompañado de una copa de vino y un cigarro. En escena aparece Viktor Tsoi (Teo Yoo), un talentoso y encantador compositor que parece ser un poco más ambicioso. No puede comprarse una guitarra eléctrica o un amplificador nuevo, pero las canciones que ha escrito son tan prometedoras que Mike acepta ser su mentor para pulir sus letras, conformar una banda llamada Kino y fungir como productor para grabar su álbum debut.
Verano, amor, música. Estos son los tres grandes protagonistas espirituales de Leto: un verano de amor y rock (Leto, 2018), película dirigida por el cineasta ruso Kirill Serebrennikov (El discípulo, 2016). Tres protagonistas espirituales encarnados por la misma cantidad de protagonistas físicos, cada uno con sus propios rasgos y objetivos. El contraste entre el orden impuesto por las autoridades y el desorden que buscan los jóvenes músicos aclara de inmediato el choque entre generaciones que le da impulso al relato. Desde este contexto coral, el director recurre a un triángulo amoroso para describir los detalles de las relaciones entre Viktor, Mike y Natasha. Fotografiada en un espléndido blanco y negro, que subraya el ambiente sombrío de la época, la película vive en imágenes cautivadoras, gracias también a los elegantes movimientos de cámara que propone el cinefotógrafo Vladislav Opelyants. La vivacidad de una banda sonora basada en el mejor rock de la época contrasta con el gris de la atmósfera, lo que le da a la película un ritmo irresistible. Las numerosas canciones que se encuentran durante la narración se convierten en elemento esencial de la trama, capaces de dictar ritmos y tonos que hacen que sea especial lo que se está viendo. Por ejemplo, cuando en una de las primeras escenas de la película los protagonistas se pelean en el tren con algunas autoridades rusas, se imaginan que pueden vencer y golpear a los policías como si fueran el “Psycho Killer” de los Talking Heads y luego regresan al mundo real, compuesto de represiones. A pesar de la constante presencia de la música a todo volumen, el director no se olvida de dar la importancia correcta a la vida interior de los protagonistas, siguiéndolos en sus tormentos e intentando investigar sus pensamientos y deseos, incluso Serebrennikov logra capturar su inocencia y su alegría, justo cuando atraviesan alguna crisis. Leto es, a su manera, un profundo himno al amor y la alegría que solo el verano puede ofrecer. La cultura ‘underground’ siempre ha sido identificada con los conciertos en las bodegas de Lou Reed o con las actuaciones punk de los Sex Pistols en clubes en los que las personas se golpeaban y se pateaban durante los conciertos. La inspiración revolucionaria y ‘subterránea’, sin embargo, ha perdido fuerza cuando esas corrientes se han convertido en bienes comerciales y de consumo. En cambio, en Rusia, como nos dice Kirill Serebrennikov, permanecieron marginales y peligrosos: incluso el grupo de rock más importante, Kino, se vio obligado a tocar confinado en un apartamento. Esta es la razón por la que Leto es realmente una película sobre un grupo de personas marginadas. Entre discos robados, retratos de estrellas de rock estadounidenses y espléndidas secuencias musicales, el filme es un amplio y magnético fresco de una era histórica compleja, en el que el extenso sistema de la censura soviética estaba listo para arrancar de raíz todo lo que no le gustaba al régimen. Leto es, de hecho, una metáfora de la condición política de su autor, quien fue condenado a arresto domiciliario y no pudo asistir al estreno de su película en el 71º Festival de Cine de Cannes, celebrado en mayo de 2018, donde fue presentado en la competencia oficial. De esta manera queda claro que, aunque la trama habla del surgimiento de una banda de rock y un triángulo amoroso, la intención del cineasta ruso es reconstruir una época que todos esperábamos que hubiera pasado y que, en realidad, sigue vigente hoy: la manera en que la censura conlleva al confinamiento o al arresto.
Fecha de estreno en México: 12 de julio, 2019.
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional