Adam Hitchens (Joseph Mawle) es un científico y técnico forestal que es contratado para realizar un estudio en un bosque de Irlanda, específicamente para valorar un área que es objeto de planes de privatización. En compañía de su esposa Claire (Bojana Novakovic) y de su pequeño bebé, Finn, Adam se traslada desde Londres y se instala en una vieja cabaña cercana al bosque. En una de sus primeras excursiones por el terreno que debe estudiar, descubre el cadáver de un ciervo, del que emana una extraña sustancia oscura y viscosa. Adam toma una muestra para analizarla en casa, y al examinarla en su microscopio le sorprende ver que se trata de una especie de hongo capaz de infectar y alterar el sistema nervioso de una hormiga. A este inquietante hallazgo se suman las advertencias de un irascible y supersticioso vecino llamado Colm Donnelly (Michael McElhatton), quien les dice que es mejor que se vayan porque en el bosque habitan espíritus malignos, y si Adam insiste en invadir su espacio, ellos terminarán invadiendo el suyo. Pese a la intranquilidad de Claire, Adam decide quedarse y continuar con su trabajo, y poco a poco tendrá que hacer frente a siniestros fenómenos que pondrán en peligro su vida y la de su familia.
Este debut en la dirección del artista visual Corin Hardy, quien es también autor del guión (escrito con la colaboración de Felipe Marino), se inscribe en la tradición del cine de terror que se basa en la exploración de un territorio oscuro y lleno de secretos –en este caso un bosque– por parte de un personaje ajeno a dicho entorno, quien en su afán por desentrañar sus misterios se enfrentará a situaciones terroríficas que alimentarán su angustia y la del espectador. Dentro de estas convenciones, Los hijos del diablo presenta virtudes que, tanto a nivel visual como narrativo, le permiten distinguirse de entre los numerosos filmes que siguen esa línea con un mero afán efectista de provocar sustos que hagan saltar al espectador de su butaca. Principalmente durante la primera mitad del filme, Corin Hardy se toma su tiempo para preparar con fortuna una atmósfera de tensión en la que se sugieren varias posibilidades como el meollo de los inquietantes fenómenos a los que Adam y su familia tendrán que enfrentarse cada vez con mayores riesgos. En este sentido, la trama combina con acierto elementos de distinta naturaleza: la mitología irlandesa, la hostilidad mostrada por los habitantes de esa comunidad, los inquietantes hallazgos científicos y el gradual trastorno psicológico del protagonista, todos ellos potenciados por el elocuente juego de luces y sombras que consigue el cinefotógrafo Martijn van Broekhuizen (Anton Corbijn Inside Out, 2012) para recrear un ambiente siniestro en el que caben todas esas alternativas. Sin embargo, una vez que culmina la transformación de Adam por efecto de las presencias malignas del bosque, y el relato se decanta de lleno por la dimensión de lo sobrenatural, la película cae en las convenciones más rígidas del género y se orienta hacia la búsqueda del susto fácil con los recursos habituales: estridencias sonoras e imágenes terroríficas coincidiendo en el momento justo, olvidándose así de la sutileza y de las atmósferas sugerentes de la primera parte. Aun así, hay que decir que en estos tiempos de sobreexplotación del CGI, la apuesta del filme por una vía más artesanal al momento de recrear monstruosidades le da un toque de originalidad y juega a favor de un efecto de mayor realismo y verosimilitud.
Fecha de estreno en México: 6 de noviembre, 2015.