Bajo el mando de Papá Pitufo, que se caracteriza por ser sabio, sereno y amigable con todos los habitantes, los Pitufos, esas excéntricas criaturas de azul intenso, llevan una vida agradable y pacífica dentro de su aldea. Cuando Pitufina se pregunta sobre sus orígenes y desea saber por qué es la única de apariencia femenina en su mundo, emprende –en compañía de sus mejores amigos– una aventura hacia territorios desconocidos e inexplorados. Durante la misión deberán sortear una serie de obstáculos, incluyendo las malévolas intenciones del mago oscuro, Gargamel.
La deficiencia primordial, no sólo de este filme, sino en general de la mitología de los Pitufos, es la manera en que el personaje de Pitufina fue introducido a este mundo colorido como una creación de Gargamel para ser una espía y una reinterpretación del pecado original y de Lilith, cuyo objetivo es causar conflictos al interior de la aldea. Aunque ahora, en Los Pitufos en la aldea perdida (Smurfs: The Lost Village, 2017), ella es “buena”, y ya no es un agente de Gargamel, continúa sembrando discordia por la simple cuestión de su género. En su intento por redimir esta distorsionada representación de la mujer, el director Kelly Asbury (Gnomeo & Juliet, 2011) y las guionistas Stacey Harman y Pamela Ribon pretenden crear un relato sobre la búsqueda de la identidad, el valor de la amistad y el coraje para enfrentar los problemas cotidianos de la vida. Sin embargo, el filme recurre a una trama simplista, desganada y tediosa, que utiliza escenarios coloridos y brillantes, el impacto del 3D, la acción de ritmo frenético y un festín de payasadas jocosas para capturar la atención de los más pequeños, pero sin ofrecer personajes memorables ni mensajes oportunos.
Fecha de estreno en México: 6 de abril, 2017.