Inmerso en el desierto, Jesús (Ewan McGregor) vaga solitario por las áridas tierras tratando de tener una conversación con su padre, pero sólo escucha el silencio. La dureza de sus labios, la fatiga en las piernas y la mirada perdida aluden a un hombre que está en trance místico y que se ha despedido de la vida ordinaria para forjar un vínculo más profundo con Dios. Sin embargo, después de un tiempo de oración y ayuno, se encuentra con una familia de canteros –integrada por el padre intransigente (Ciarán Hinds), la madre enferma (Ayelet Zurer) y el joven hijo (Tye Sheridan)– que lo invitan a pasar la noche en su campamento improvisado. Invadido por una serie de trucos ilusorios orquestados por el demonio (también interpretado por el actor escocés), Jesús comienza a sentirse abrumado ante los cuestionamientos, las amenazas y las tentaciones que el ángel caído coloca en su camino. Para demostrarle al demonio que está equivocado, Jesús se inmiscuye en la dinámica de la familia con la intención de sanar las distancias que existen entre ellos.
El cineasta colombiano, Rodrigo García (Passengers, 2008; Mother and Child, 2009), retoma el pasaje de la tentación –narrado en el evangelio de Mateo– para imaginar cómo pasó Jesucristo sus días en el desierto, pero añadiéndole una capa muy interesante y pertinente: además de la introspección del protagonista, las relaciones familiares y las dinámicas padre-hijo ocupan un lugar preponderante en el relato. Las reflexiones solitarias de Jesús no tienen nada que ver con la manera de conducir a sus discípulos o la realización de milagros, sino que se centran en los conflictos terrenales de los humanos: la comunicación, la solidaridad, la lealtad y la traición dentro del núcleo familiar. Cada miembro de la familia está pidiendo ser atendido de una manera que se opone a lo que el riguroso padre quiere para todos; en cierto sentido, esta dinámica terrenal funciona como espejo de lo que Dios espera de su hijo: la divinidad. Rodrigo García recurre al talento del cinefotógrafo mexicano, Emmanuel Lubezki (The Revenant, 2015), para capturar los paisajes del parque estatal y el desierto de Anza-Borrego (Colorado, California) así como al eficaz, mínimo y discreto diseño de producción de Jeannine Oppewall (L.A. Confidential, 1997), que ayuda para que el espectador centre su atención en el drama familiar sin la necesidad de sentir las suntuosas atmósferas de las épicas bíblicas. Aunque Los últimos días en el desierto (Last Days in the Desert, 2015) es una meditación honesta sobre la soledad, los dilemas de la libertad, la obediencia y la responsabilidad filial, la cautela y timidez de García obstruye la contundente irrupción del drama humano y no logra crear un estudio psicológico profundo y completo de un personaje tan atractivo como Jesús.
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Fecha de estreno en México: 14 de octubre, 2016.