Después de haber superado su adicción a la heroína, Molly (Gretchen Lodge) contrae matrimonio con Tim (Johnny Lewis), y comienzan una vida juntos en la casa de campo donde Molly vivió de niña y creció. Aunque su nueva etapa parece idílica, una serie de extraños sonidos comienzan a emanar de las profundidades de la casa alterando constantemente los sofisticados sistemas de alarma de seguridad. Cuando Tim sale para un largo viaje por carretera, Molly comienza a deteriorarse, alterando a su hermana, Hannah (Alexandra Holden). A pesar de las sospechas de una recaída en el abuso de drogas por parte de Molly, su extraño comportamiento es producto de una presencia maligna que la acosa física, mental y sexualmente.
Fantasmas malévolos, agresivos espíritus y la casa embrujada conforman la atmósfera sobrenatural de Lovely Molly (2011), filme dirigido por Eduardo Sánchez –cineasta cubano radicado en EE.UU.– que debutó en cine con la seminal película de terror de finales de la década de los noventa, The Blair Witch Project (1999). Gran parte de la película se desarrolla a través de la lente de la cámara de video de Molly. El recurso –ahora exagerado, y que fue iniciado por el propio Sánchez y Daniel Myrick– se ejerce de manera obsesiva cuando a la protagonista le preocupa más registrar los eventos que correr por su vida. El filme logra generar suspenso sin el empleo de fastuosos efectos visuales, y aunque es un buen intento por crear el retrato íntimo de una personalidad atormentada, las imágenes son incapaces de representar las alucinaciones y trastornos de Molly.
LFG (@luisfer_crimi)