¿Qué es un manifiesto? ¿Una exposición de teorías programáticas sobre la vida y el arte? ¿Un intento de dar forma sistemática a la ira subversiva? ¿Una evangelización masiva? ¿Una gran operación de marketing? Si tenemos en cuenta que desde hace más de un siglo un manifiesto se puede presentar como un objeto de arte en sí mismo, entonces cada una de estas hipótesis tiene validez siempre y cuando se relacione prudente y congruentemente con su estética (en términos de lenguaje, retórica y referencia), incluso antes de que cualquier otra coordenada teórica –proveniente de su exterior– pretenda codificarla y catalogarla desde una postura historiográfica. Estas complejidades –que rodean las implicaciones del manifiesto– son retomadas por el artista alemán, Julian Rosefeldt, en Manifesto (2015), un largometraje de ficción protagonizado por una magnífica y camaleónica Cate Blanchett, quien interpreta 13 personajes distintos para, en el mismo número de escenarios, darle vida a una puesta en escena de los manifiestos políticos, artísticos y estéticos más importantes de la modernidad occidental: desde el Manifiesto Comunista de Karl Marx hasta el Dogma 95 de Lars von Trier, pasando por la instauración del futurismo de Filippo Tommaso Marinetti y los principios dadaístas y surrealistas de Tristan Tzara y André Breton.
Manifesto comenzó como una videoinstalación conformada por 13 pantallas en un espacio cerrado, cada una proyectando un cortometraje distinto de 10 minutos, en los que Blanchett recita discursos y frases tomadas de varios textos fundamentales para la comprensión del arte del siglo XX reinterpretándolos en el caótico panorama de la postmodernidad. El trabajo de montaje de los muchos autores y textos citados (en los créditos finales pueden apreciarse alrededor de 60 referencias) podría hacer que el filme parezca meramente un ejercicio intelectual. Sin embargo, Rosefeldt elige dos de los medios y expresiones más “artísticos” para la sensibilidad contemporánea: el museo y la exhibición cinematográfica. Juntos, sirven para hacer una representación narrativa del trabajo conceptual de los textos, transformando los manifiestos críticos en un manifiesto de exhibición. Si en su sentido original, “manifiesto” significa hacer evidente, exhibir, mostrar y traer a la superficie ideas, sentimientos e imágenes que luchan para tener un espacio y acceder a un público, Rosefeldt sale triunfante con su propuesta. El director crea situaciones cotidianas, ingeniosas y atractivas para capturar la esencia de los manifiestos (el vagabundo para citar a Marx; la velocidad de los corredores de Wall Street para identificar el futurismo; una intolerante mujer hablando sobre el Dada en un funeral; un titiritero bipolar para los surrealistas; una madre de familia que reza fragmentos del postulado “I Am for an Art” de Claes Oldenburg; una profesora de danza para el Fluxus; una maestra de primaria para el Dogma). Las palabras y sus significados pueden abrumar al espectador, el fluir entre viñeta y viñeta puede ser otro pequeño obstáculo, pero la versatilidad proteica de Blanchett se convierte en un imán que captura a la audiencia. En este sentido, Manifesto se erige como una especie de galería en la que se exhiben 13 cuadros en movimiento, cuyas proclamas subversivas viven gracias a la correlación directa que mantienen con las ironías y las ambiciones de nuestro tiempo.
Fecha de estreno en México: 10 de noviembre, 2017.
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional