María (Rooney Mara) es una mujer joven que habita en Magdala, una comunidad de pescadores situada en el lago de Tiberíades, en la Baja Galilea. Ella se preocupa por los problemas de la comunidad y, llena de compasión y comprensión, auxilia a otras jóvenes al momento de dar a luz. María se niega a casarse y tener hijos como, de acuerdo con las normas de la comunidad, debería hacer toda mujer. Debido a su obstinación y su constante negativa de ajustarse a las convenciones sociales, sus hermanos -Daniel (Denis Menochet) y José (Ryan Corr)- la ven como víctima de una posesión demoniaca y llevan a cabo una cruel sesión de exorcismo. Al ver que María se mantiene fiel a sus convicciones, José solicita el auxilio de un sanador llamado Jesús de Nazareth (Joaquin Phoenix) para que intervenga. Sin embargo, el Nazareno no encuentra ningún demonio en la joven, pero el encuentro entre ambos motiva a la mujer a convertirse en su fiel seguidora. María decide unirse a los otros discípulos -incluyendo Pedro (Chiwetel Ejiofor) y Judas (Tahar Rahim)- en el largo viaje a pie hacia Jerusalén, donde, como algunos de sus adherentes creen, Jesús tomará posesión del “Reino”, expulsando a los opresores romanos.
Ante el reto de decir algo nuevo en una historia tantas veces llevada a la pantalla (la pasión de Cristo es históricamente uno de los primeros temas narrativos abordados por la ficción cinematográfica), las guionistas Helen Edmundson (An Inspector Calls, 2015) y Phillipa Goslett (How to Talk to Girls at Parties, 2017) deciden rescatar la estela de un personaje marginado, lleno de luz y sombra, dudas y tentaciones, una mujer cuyos ideales y sufrimientos fueron iguales o muy similares a los de Jesucristo, pero para quien la historia no ha sido tan generosa. La figura de María Magdalena siempre fue relegada a una segunda o tercera instancia en las Sagradas Escrituras; aunque fragmentos de su evangelio fueron redescubiertos a fines del siglo XIX, se consideran que pertenecen a los Apócrifos y no forman parte del canon aceptado de la Biblia. Los “eruditos” medievales colocaron la Biblia como el punto de partida cultural para la horrible dicotomía madonna-prostituta que utilizaban para describir a las mujeres. Enfoques posteriores, y aparentemente más amables con María Magdalena, han señalado que quizá ella era la esposa de Jesús (si no es prostituta ¿debe ser una esposa?).
Dejando a un lado estas dos versiones, el director Garth Davis (Lion, 2016) se centra en la interpretación humana -de carácter feminista- para confeccionar el retrato de una mujer independiente que se libera del peso de la familia patriarcal y de una sociedad que oprime la libertad de las mujeres, juzgándolas como útiles sólo para hacer hijos, sin opciones y poder sobre su propio futuro. María combate esta visión y, después de escuchar un sermón que alterará su vida, decide seguir a Jesús y sus palabras. Pero la vida dentro del grupo de apóstoles tampoco será fácil. Los viejos hábitos son difíciles de olvidar e incluso este grupo selecto de hombres lucha para aceptar a Magdalena. Sin embargo, es ella quien comprenda la enseñanza fundamental de Cristo: ayudar a los más débiles y a los que se encuentran en dificultades. El mismo Jesús es representado en momentos de fragilidad, y es María quien lo ayuda a comprender la humanidad del Salvador y la necesidad de dar fortaleza y confianza a este hombre. Joaquin Phoenix se muestra ligeramente místico y un poco delirante, pero humano y frágil que siente la necesidad de tener a alguien a su lado para darle coraje; él es un predicador debilitado por el destino inminente de la muerte. Aunque Garth Davis recurre a Rooney Mara casi de la misma manera en que lo hacen muchos directores -como una asignatura contemplativa de enfoque suave, para quien el diálogo no es necesariamente importante; por ejemplo, como lo ha hecho David Lowery en Ain’t Them Bodies Saints y A Ghost Story- la actriz le otorga a su personaje una presencia espléndida en la pantalla: su Magdalena es elegante, delicada; fuerte y segura de sus ideales, incluso más que los hombres. Garth Davis se percata, quizá muy tarde, que invirtió demasiado tiempo contemplando personajes y paisajes, centrando su atención en las elegantes túnicas de lino (sumamente limpias y cuidadas, considerando el largo viaje) de los apóstoles golpeadas por el viento, o mostrando continuamente la mirada amplia y adoradora de María hacia un Jesús perennemente sentado en soledad entre las rocas para meditar. Aquí es cuando la acción (es decir, el martirio, la pasión de Cristo) necesariamente debe irrumpir en la escena; pero el director acelera los tiempos y resuelve el tercer acto de manera precipitada asumiendo que todos los espectadores conocen el viacrucis. No obstante, el tono extrañamente secular de María Magdalena le permite a Davis explorar las contradicciones en diversas interpretaciones de la fe de una manera que las películas más abiertamente religiosas ni siquiera soñarían con intentar. Ver los eventos desde una perspectiva diferente a la de Jesús hace una película temáticamente más compleja, en su mayor parte. El problema es que la perspectiva de María Magdalena podría intercambiarse fácilmente con cualquiera de los otros apóstoles para lograr esto; a pesar del impecable liderazgo de Rooney Mara, el punto de vista de María no es la fuerza impulsora detrás de los temas teológicos más complejos que se examinan, incluso, hay momentos en la primera mitad de la película, antes de que se transforme en una historia bíblica más tradicional, donde la misión de los discípulos de difundir las enseñanzas de Jesús y ganar seguidores se siente más política que espiritual. En última instancia, María Magdalena (Mary Magdalene, 2018) es una película dedicada más al lado humano de la historia que a la historia religiosa por sí misma, y esta es precisamente su fortaleza: ser accesible para todos, creyentes y no creyentes.
Fecha de estreno en México: 22 de marzo, 2018.