Un casting a actores y no actores se concatena a la deliberada espontaneidad de una serie de reconstrucciones históricas (escenas, pasajes, ficciones), para retratar el vacuo esfuerzo de tres jóvenes (Gabino Rodríguez, Tenoch Huerta, Harold Torres por ser parte de la Revolución Mexicana, afán que los llevará a perderse no sólo en el desierto del norte del territorio mexicano sino, también, en las paradójicas reflexiones que emanan del pasaje histórico al que anhelan unirse, cuando el cine lo “restaura” bajo las formas del director, Nicolás Pereda.
Matar extraños, séptimo filme en la fecunda filmografía de Pereda, habita el espacio entre la realidad y la ficción –limbo frecuente en el cine del mexicano- para construir una balada visual híbrida que busca ir, casi de manera metalingüística, tras la forma en que se representa el pasado. La codirección a cargo de Pereda y Jacob Schulsinger, quizá, provoca que la cinta sea menos emocional y más conceptual que trabajos previos del director de Verano de Goliat (2010). El filme se esfuerza en no tomarse en serio a sí mismo, para que las declamaciones sobre conceptos del pasado (de la canción “Revolution” de The Beatles o extractos del discurso “Conceptos de Revolución” de Fidel Castro), los planos generales del desierto y la repetición visual en las audiciones (otra constante de Pereda), que intentan develar el desasosiego sobre la forma en que nos contamos el ayer en el que fincamos nuestra Historia –sí, la oficial, con hache mayúscula–, aparezcan ya no como aspiraciones introspectivas de carácter teórico, sino como burla cinematográfica experimental -que se desarrolla visualmente y narrativamente a partir de la enfatizada teatralidad de los pasajes históricos que recrean- de los mitos que, según Pereda, conocemos cómo nuestro pasado oficial.
JAR (@franzkie_)
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