Correr o morir (The Maze Runner, 2014), es la primera historia de la trilogía homónima inspirada en los best sellers de James Dashner, y cuya adaptación corre a cargo del director Wes Ball (Ruin, 2011). El relato de ciencia ficción se sitúa en un mundo postapocalíptico, habitado por un grupo de adolescentes, atrapados en un laberinto encantado del que solo podrán escapar si alguno de ellos es capaz de descifrar el acertijo de quien los puso ahí y por qué. Como en Los juegos del hambre (2012) o Divergente (2014), hay también un héroe (Dylan O’brien) que debe resolver un enigma y luchar, junto con sus camaradas, contra una conspiración mientras están atrapados en un mundo distópico.
En su primera parte, la cinta cuenta una historia interesante de supervivencia y misterio, pero una vez que las razones se aclaran, nos damos cuenta que es un rompecabezas que ya habíamos jugado antes. Thomas (O'Brien), interpreta el mismo héroe de estas películas adaptadas de libros de éxito mundial entre los denominados “jóvenes adultos”. La historia sobresale por sus aciertos visuales —la construcción del laberinto que devora todo en su interior, o los animales salvajes que lo habitan—, pero se intuye como un mash up demasiado evidente de una iconografía literaria juvenil fácilmente reconocible, personificada a través de un adolescente que se rebela contra un sistema injusto. La esperanza para perpetuar la afluencia en masa de público adolescente a las salas de cine, es la adaptación de la segunda y tercera parte de los libros de Dashner. La fusión de ingredientes propios de la mitología griega, un futuro devastado, el inevitable triángulo amoroso entre tres personajes adolescentes y carismáticos, son ingredientes suficientemente atractivos para edificar una poderosa franquicia sobre ellos.
VSM (@SofiaSanmarin)
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