Aina (Aida Folch), joven catalana de 27 años, llega a la Ciudad de México en busca de su padre, a quien no ve desde pequeña. Además de su maleta, lo único que tiene es una fotografía con una dirección incompleta escrita en la parte trasera: Juárez #37. A partir de ese momento comienza una larga búsqueda, y la joven visitará todas y cada una de las calles que tienen por nombre Juárez.
En su ópera prima, Hatuey Viveros ofrece un collage de lugares comunes para el habitante de la Ciudad de México. Imágenes cotidianas que el capitalino observa, respira y consume a diario. El tráfico por las avenidas, las unidades de transporte público en mal estado, personas que parecen hormigas desorganizadas en los accesos del metro, rostros cansados, tristes y desilusionados dentro de los vagones, miradas lascivas y amenazantes, mujeres que se maquillan y se arreglan las pestañas con cucharas, puestos de carnitas con cabezas de cerdo exhibidas, réplicas de unidades habitacionales y sombras de ciudadanos anónimos. A pesar de los estereotipos y la insistencia del director por mostrar el rostro más gris de la ciudad, destaca el retrato intimista de la protagonista, quien, en su búsqueda por encontrar a su padre, visita los pequeños universos (particulares, minúsculos) de aquellos que habitan las casas ubicadas en el número 37 de cada una de las calles Juárez que tejen el inmenso macrocosmos capitalino.
LFG (@luisfer_crimi)
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