Margherita (Margherita Buy), una consagrada directora de cine, atraviesa por todas las crisis posibles: acaba de separarse de su pareja, el protagonista de la película que está filmando es un dolor de cabeza, su hija adolescente a su vez se tambalea por duros senderos de la adolescencia que su progenitora no imagina y, lo peor de todo, su madre, la abuela, está muriendo en el hospital, por lo que su hermano, Giovanni, ha decidido dejar de trabajar.
El italiano, Nanni Moretti (que además de dirigir, actúa como el hermano de Margherita) da una estocada sobre lo inevitable que es la vida y lo poco preparados que estamos para la muerte de quienes amamos. El golpe lo da el director con gracia, mezclando humor con cotidianidad, con sueños, con recuerdos, con culpa, con cuartos de hospital, con caos en el set de filmación, con frustraciones, con momentos de amor; es decir, inserta un fragmento de la vida en el cine. Margherita quisiera que el mundo se pausara frente a la enfermedad que tiene a su madre postrada en una cama de hospital, pero la vida sigue, el sol continúa saliendo todos los días, sus ambiciones profesionales permanecen, aunque ya no las entienda bien del todo, al igual que su carácter controlador y poco tolerante. Es la pulsión de vida que no se avergüenza frente a la muerte ni al dolor ajeno ni a la pérdida de quienes más amamos, aunque quisiéramos –aunque merecieran– que así fuera. Mia madre es la madre de todos. Es la madre que se irá dejándonos desolados frente al monstruo en el que decidimos convertirnos cuando, al rebelarnos contra lo que habíamos sido siempre, no hicimos más que repetirnos.
Fecha de estreno en México: enero 8, 2016.
Minicrítica realizada durante la 59 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional