Paul Dédalus (Mathieu Amalric) está listo para volver a Francia después de una larga estancia en Tayikistán. Pero, una vez que llega a la aduana del aeropuerto, es detenido por una razón inesperada: hay otro Paul Dédalus –nacido el mismo día, el mismo año y que actualmente reside en Australia– que es buscado por las autoridades. Durante el interrogatorio, Paul recuerda tres momentos clave de su juventud: su tumultuosa infancia en Roubaix, su viaje a la URSS donde le ofreció su propia identidad a un joven ruso y, en especial, su juventud, aquel momento cuando a los 19 años conoció y se enamoró de la bella Esther (Lou Roy-Lecollinet), una mujer a la que sigue recordando como el gran amor de su vida.
El realizador francés, Arnaud Desplechin, retoma a su querido Paul Dédalus (homenaje a James Joyce y que funciona como alter ego del director) –que ya había aparecido en dos de sus filmes anteriores (Ma vie sexuelle, 1996; Un cuento de Navidad, 2008)– para elaborar un relato agridulce, a veces melancólico, sobre los recuerdos, las preocupaciones, la libertad, la rebeldía y todas las problemáticas que implica ser un adolescente. Las dos primeras memorias son presentadas al espectador muy rápidamente, y esto hace difícil el proceso de identificación con el Paul niño y con el Paul puberto. Sin embargo, la tercera de las memorias, la más interesante y la más larga, logra capturar al espectador en la red de las andanzas y aventuras sentimentales del protagonista. Desplechin recurre a varias estrategias (la voz en off, aberturas de diafragma, coqueteo con la cuarta pared, una paleta de colores que tiende a resaltar las tonalidades cálidas, intercambios epistolares) para centrarse en esas intersecciones donde la vida estremece al personaje para crear una efectiva sensación de fracaso y sufrimiento en el espectador; por ejemplo, el primer amor y su pérdida son abordados desde la ternura, la desesperación y la decepción. Desplechin podría ser considerado como un digno heredero de los ideales de la Nueva ola francesa, principalmente por construir una gigantesca mina de recuerdos donde conviven las verdades, las fantasías, los anhelos, la alegría, la jovialidad, la melancolía y la pesadumbre. Así como su capacidad para crear un texto abierto que puede inducir al espectador a la reflexión sobre lo que es (o fue) su propia juventud. Además, el realizador francés tiene el mérito de no esconderse detrás de una capa nostálgica (como tantos otros directores habrían hecho) y de asumir de manera frontal el crecimiento del joven para convertirse en adulto. En última instancia: lo que somos es el resultado directo de lo que fuimos.
Consulta horarios en: Cinépolis, Cineteca Nacional
Fecha de estreno en México: 2 de septiembre, 2016.