Un hombre, hijo de militantes comunistas, pasa los primeros años de su infancia visitando a su padre, quien fue detenido en 1968, en Lecumberri. Además, sufre una enfermedad que afecta su columna y queda sin posibilidades de caminar. Su familia solicita apoyo a los países de bloque comunista, y tanto Rumania como la extinta URSS le ofrecen un tratamiento médico, pero éste resulta infructífero y queda condenado a vivir en una silla de ruedas. A pesar de ello, no deja de involucrarse activamente en movimientos sociales y revolucionarios. Tiene un nuevo proyecto de vida: la formación del ‘nuevo hombre’. El protagonista explora su parte femenina y, en un proceso hormonal, psicológico y legal, enfrenta la más grande de las revoluciones: convertirse en mujer.
Dirigido por Jacaranda Correa, Morir de pie es un trabajo cinematográfico bien logrado que conjuga dos historias de una misma persona: el hombre y la mujer. El primero es abordado al principio con una estructura más cercana a la investigación periodística para televisión (entrevistas, material de archivo, datos y fechas concretas, problemáticas y movimientos sociales generales). La segunda parte, cercana e íntima, muestra a Irina Layevska, un ser humano que decide dejar de ser hombre para convertirse en mujer; un auténtico acto revolucionario si se toma en cuenta el estatus social privilegiado del ser hombre. Es un retrato respetuoso sobre Irina y su fiel compañera, Nélida, quienes entienden que el ser revolucionario implica problematizar los prejuicios y avanzar sobre ellos. También es una compleja y cruel estampa de la discriminación en México, la cual Irina debe afrontar en una doble dimensión: como discapacitada y por su identidad de género.
LFG (@luisfer_crimi)
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