Viviendo bajo la compañía y el cobijo de su madre, Marmie (Laura Dern), las hermanas March experimentan un vínculo estrecho mientras su padre (Bob Odenkirk) está fuera, lidiando con la Guerra Civil. Jo (Saoirse Ronan) es una fuerza de la naturaleza, apenas contiene un espíritu salvaje de pura creatividad, depositando su talento e imaginación en tinta y papel con la esperanza de convertirse en escritora. Meg (Emma Watson), la mayor, vive atrapada en sus anhelos y preocupada por las presiones sociales que se ejercen hacia ella para que pronto contraiga matrimonio, así que no pierde la esperanza de encontrar un bueno y verdadero amor. Beth (Eliza Scanlen) es un alma mansa con un don musical admirable que decide mantenerse alejada de la vida social vertiginosa de sus hermanas. Y Amy (Florence Pugh), quien está desesperada por unirse a la madurez que las demás están experimentando. Uno de sus vecinos cercanos es Laurie (Timothee Chalamet), un joven solitario que aprecia a las hermanas March, pero que evidencia un especial interés en Jo. A lo largo de los años, las jóvenes experimentan cambios en sus vidas hasta, incluso, verse obligadas a ir por caminos separados.
Little Women, la novela de Louisa May Alcott publicada en 1868, ha inspirado una gran cantidad de adaptaciones cinematográficas. De hecho, apenas hace un par de años se manifestaron dos intentos de rendir homenaje al querido libro: una reinterpretación moderna dirigida por Clare Niederpruem y una miniserie de la BBC. Podría parecer, a primera vista, un producto que no estaría en el radar de una cineasta posmoderna como Greta Gerwig. Norteamérica en la segunda mitad del siglo XIX parece estar bastante lejos del universo de referencia de la actriz y directora, colaboradora de Noah Baumbach e icono del mumblecore, cuya cabeza, pies y corazón están firmemente anclados en la realidad estadounidense -desconcertante e inquietante- del siglo XXI. Sin embargo, quizá esa inquietud común, esa sensación de desplazamiento existencial e incertidumbre para el futuro (elevada a su máximo en el período en que se desarrolla la primera parte de la historia de Alcott, la de la Guerra de Secesión) se han asegurado de que los eventos de Jo, Meg, Beth y Amy y su parábola (post)adolescente sean representados de una manera rozagante y fresca. Con un guion adaptado por la propia Gerwig, Mujercitas (2019) trabaja de manera inteligente a partir del material original, respetando sus eventos, pero mezclando su cronología de manera marcada. La película, de hecho, le da una nueva estructura a las dos partes de las cuales está compuesta la obra original, a partir de la historia de las protagonistas con mayor edad, y recordadas en el hogar materno debido a la enfermedad de Beth, para contar su pasado en una serie de flashbacks. De manera audaz, Gerwig elige abordar una historia de manera no lineal -cortando de un lado a otro, oscilando entre cada una de las vidas de las hermanas March- sin perder de vista los crecientes dolores, esperanzas y sueños de los personajes. La historia de Jo es recreada como el símbolo de esa tensión entre las aspiraciones personales y el conformismo, el deseo de crecimiento como homologación a la sociedad burguesa de la época y la búsqueda tenaz de inclinaciones propias, que representan el corazón temático de la novela. Una tensión que se refleja y se divide en las figuras de las otras tres hermanas, característicamente complementarias y en cada encarnación de una forma particular de acercarse, como mujer, a un mundo que todavía es descaradamente masculino. La novela de Alcott es principalmente sobre la mayoría de edad, cuyo análisis muchas veces se ha reducido a un retrato de su época, pero Gerwig logra adaptarla a la sensibilidad moderna, trabajando primero en la estructura y posteriormente en el alcance de las emociones. El crecimiento, ese viaje lleno de baches que lleva a cada una de las cuatro mujeres a buscar, estrictamente lejos del cuerpo único y autosuficiente de su hermandad, su propio camino, es al final del día un evento humano que nos resulta familiar y compartido. La recreación adolescente de los eventos de las cuatro hermanas, el calor de una temporada que quisiera extenderse indefinidamente, está constantemente acompañada por la conciencia, directamente en la pantalla, de su finitud. Y es ahí donde los flashbacks desfilan en una danza melancólica ante la vista del espectador. Nuestros ojos tienen el filtro de la memoria, y Gerwig lo enfatiza mediante el uso de los colores cálidos de la fotografía de Yorick Le Saux (Only Lovers Left Alive, 2013), en contraste con los tonos del gris presente y del regreso al hogar materno. Ellas mismas son literatura, capítulos de un libro que Jo le da a un editor, que forma parte de una maquinaria editorial fría y masculina. Aquí, la directora aporta nuevamente algunas sensibilidades modernas, particularmente en la crítica que hace contra aquellos que menosprecian las historias escritas sobre y para las mujeres. Los tejidos entre la realidad, la memoria y la narrativa literaria (a menudo confundida deliberadamente entre sí) es uno de los elementos más notables y cautivantes de Mujercitas, que también posee, como se evidencia en las últimas partes, un carácter metatextual. En este sentido, Gerwig parece expandir algunas de las preocupaciones que aparecen en Lady Bird (2017), en donde vimos a la propia Saoirse Ronan enfrentarse a un camino de crecimiento similar, en la atmósfera de un conflicto territorial, pero de una guerra silenciosa entre centro y periferia. Otro contexto, misma sensibilidad y talento.
Fecha de estreno en México: 24 de enero, 2020.