Para liberarse de la soledad y satisfacer sus deseos sexuales, Hideo (Itsuji Itao) decide comprar una muñeca inflable llamada Nozomi (Doona Bae). El hecho de que, estrictamente hablando, ella no sea una persona en absoluto, sino solo un juguete sexual, no le molesta. Él disfruta pasar las noches con ella; come a su lado, le compra ropa y, sobre todo, se la vuelve a quitar. Una mañana, Nozomi (Doona Bae) descubre que ha adquirido un corazón. Desconcertada, se viste con el traje de sirvienta que su dueño le ha comprado y se aventura a salir de casa para explorar el exterior. Al imitar el discurso y las acciones de sus vecinos, aprende a encajar en la sociedad y pronto consigue un trabajo en una tienda de videos, donde comienza a enamorarse de Junichi (Arata Iura), su tímido compañero de trabajo
La premisa de Muñeca inflable (Air doll / Kûki ningyô, 2009) parece torpe en el mejor de los casos, lascivo en el peor: un juguete sexual cobra vida. En manos de otro director, la película resultante probablemente habría sido una comedia sexual mediocre. Pero Hirokazu Koreeda convierte la premisa en una meditación absolutamente cautivadora sobre la identidad y la soledad. Doona Bae es un auténtico golpe de genialidad. Su asombro con los ojos abiertos por todo lo que hay en el mundo es hermoso de ver, y las escenas en las que ella descubre con alegría todo lo que la rodea transmiten una serenidad conmovedora sin caer en lo cursi o ridículo. Aunque ella es “propiedad” de un hombre solitario, él no se da cuenta de lo que ha sucedido y finalmente compra otra muñeca para remplazarla. Uno de los grandes temas de la película es la idea de sustitución y reemplazo, que en una ciudad enorme e impersonal como Tokio, es fácil sentirse sin importancia. Koreeda reúne a un elenco de personajes secundarios que luchan contra la soledad; el anciano que se sienta en el banco del parque, el padre soltero de una hija pequeña, el empleado de hotel de mediana edad preocupado de que una mujer más joven la reemplace pronto, la joven bulímica que se niega a trabajar en la granja de manzanas de sus padres. Desafortunadamente, nuestras interacciones con estos personajes son fugaces, pero le permiten a al director generar una atmósfera compartida entre ellos en esta pertinente fábula sobre la condición humana.
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