El documental estadounidense, Narco cultura del fotógrafo de guerra y director israelí Shaul Schwarz, es un relato arriesgado que acerca al espectador, a través de entrevistas a famosos cantantes de narcocorridos, y a la policía mexicana al mundo de los cárteles de la droga, sus ramificaciones y el clima de violencia que impera en aquella zona del país. El filme cuenta dos historias, dos vidas paralelas. La del cantante Edgar Quintero, residente en Los Ángeles, que exalta en sus canciones los crímenes de los capos con gran éxito en Estados Unidos, y el día a día de un perito de Ciudad Juárez, Richi Soto. El cineasta expone en cien minutos cómo los narcotraficantes se han convertido en íconos de fama y éxito entre los jóvenes de ese lugar, que anhelan convertirse en uno de ellos, y cómo los músicos glorifican sus hazañas con los famosos narcocorridos. En sus letras, Quintero y los otros músicos a los que se hace alusión en el filme, ejemplifican la vida de un narcotraficante: acciones violentas que no esconden nada y que sí denotan orgullo.
Schwartz ofrece un paisaje tremebundo que captura la pérdida de fe de los juarenses que viven bajo la sombra de personajes como el Chapo Guzmán, figuras criminales elevadas a la altura de una estrella o celebridad. El espectador es testigo del dolor, la violencia y el miedo con el que vive la población de una ciudad en la que la cultura pop de la narcocultura es tan abrumadora como absorbente.
VSM ((@SofiaSanmarin)
Minicrítica escrita durante el Festival Internacional de Cine de Guanajuato
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