Kate (Hilary Swank) es una antigua concertista de piano que, tras su cumpleaños número 35, descubre unos temblores inusuales en su mano derecha, primeros síntomas de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que la incapacitará casi completamente apenas un año más tarde. Su esposo, Evan (Josh Duhamel), es quien se hace cargo de ella, pero su apretado horario de trabajo los obliga a contratar ayuda de otra persona. Es cuando conocen a Bec (Emmy Rossum), una descuidada estudiante universitaria, sin ningún tipo de experiencia con pacientes de ELA, que logrará formar un fuerte lazo de amistad con Kate.
Basada en el libro de Michelle Wildgen, Nunca me dejes sola (George C. Wolfe) guarda ciertas similitudes innegables con Intouchables (Amigos; Olivier Nakache, Eric Toledano; 2011) en cuanto a la fórmula con la que despliega la relación entre los dos personajes: en ambos casos, el paciente con la enfermedad degenerativa es alguien con buena posición social, educado y estoico, que aprende a “soltarse” un poco después de que un cuidador poco convencional entra a su vida. Kate y Bec son estereotípicas durante gran parte del filme. Bec es la adolescente tardía que no sabe cocinar y aspira a ser cantante de rock mientras se rebela contra sus opresores padres; Kate, por su parte, es una mujer recatada de perfecto vocabulario y atuendo que reprime su verdadero yo salvaje y aventurero, ocultando su profundo pesar detrás de una sonrisa resignada. La narrativa agarra fuerza a mitad del segundo acto, donde va alcanzado un crescendo que culmina con la secuencia final, en la que Swank y Rossum, ayudadas en gran medida por la música de fondo y el manejo de la luz, logran conmover con su actuación en los momentos de mayor crudeza de la enfermedad que consume a la protagonista. La propuesta no es nueva, pero busca –y logra– incitar la empatía del público a través de un retrato convincente de la vulnerabilidad y dependencia extremas.
Fecha de estreno en México: 11 de diciembre, 2015.