No trate de burlar a un espejo embrujado: puede verle. Esa es la moraleja de Oculus de Mike Flanagan, una historia de terror poco original pero eficiente que bebe de cintas como Solaris, The Shining, y The Amityville Horror, pero que por momentos muestra destellos de imaginación.
El filme está basado en el corto de 2006, Oculus: Chapter 3 - The Man with the Plan, del mismo director. Liberado de un hospital psiquiátrico en su cumpleaños número 21, Tim (Brenton Thwaites) se reúne con su hermana, Kaylie (Karen Gillan). Él está completamente rehabilitado y ha decidido comenzar de nuevo, pero Kaylie ha ideado un plan para demostrar que la furia homicida de su padre no fue por voluntad propia, sino que fue provocada por Lasser Glass, un espejo maldito y responsable de al menos otras 45 muertes cuatro siglos atrás. Ante estos argumentos, Tim se burla, pero su hermana trata de probar la evidencia de una presencia sobrenatural usando cámaras que puedan grabar todo. El espejo detiene sus acciones, pero pronto regresa a su repertorio habitual, marchitando las plantas cercanas y convenciendo a Kaylie que una bombilla es una manzana.
Esa representación puede crear ilusiones, por supuesto, una premisa fundamental del cine. Oculus juega con esa noción, confundiendo las distinciones entre la realidad, la fantasía y las secuencias de sueño. Como editor, el Sr. Flanagan intercala escenas de flashbacks con el presente, a veces uniendo las dos líneas de la historia en un mismo corte. El elegante uso de la pantalla extendida no puede ocultar las actuaciones rígidas, y la alfombra arrastrandose al final, parece arbitraria. Cuando en nada se puede confiar, el espejismo del suspenso desaparece.