Jesse (Andrew Jacobs) y Héctor (Jorge Díaz) –dos jóvenes de la comunidad latina que viven en Oxnard, California– pasan el tiempo haciendo bromas y se divierten registrándolas con su pequeña cámara de video. Deciden grabar una serie de eventos, entre ellos, algunas ceremonias ocultas que ocurren en la casa de una de sus vecinas. Un día, Jesse despierta con una marca en el brazo y, luego de un altercado con unos pandilleros del vecindario, se percata que tiene poderes sobrenaturales. Al ser afectado físicamente por los sucesos paranormales, es sometido a rituales y sesiones espiritistas para combatir la entidad demoniaca que busca poseerlo.
A diferencia de los cuatro filmes anteriores, Paranormal Activity: The Marked Ones deja de lado la historia familiar (centrada en la figura de Katie), y funciona como una especie de ‘spin off’ en lugar de una secuela. Otra novedad es que el filme introduce algunos elementos del ‘body horror’ al explorar los cambios físicos y el comportamiento volátil del protagonista. El director Christopher Landon –que además es guionista de todas las entregas, a excepción de la primera– le da un giro distinto a la franquicia al otorgarle movimiento a la cámara. No obstante, la reincidencia en el ‘found footage’ –que en 1999 significó una propuesta fresca con The Blair Witch Project y fue rejuvenecido en 2007 con Paranormal Activity– evidencia una extrema necesidad de reinventar el recurso en filmes del género debido a que la búsqueda de verosimilitud en torno a la parafernalia demoníaca se vuelve un auténtico calvario de pesadumbre.
LFG (@luisfer_crimi)
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