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El director Gus Van den Berghe tenía solo 25 años cuando estrenó su osada ópera prima, presentada como trabajo de titulación, Pequeño Niño Jesús de Flandr, en 2010. El relato está basado en la obra de teatro flamenca de 1924, de Felix Timmermans, y aunque esta versión fílmica tiene obvios remanentes dramáticos (como diálogos demasiado referenciales), la libertad poética de sus imágenes que rescatan temas sacros a la Pasolini y expresiones circenses a la Fellini, son lo suficientemente fecundas para exponer una atinada reflexión sobre el poder de la fe y la posibilidad de ésta en nuestros tiempos, a partir de una alegórica historia sobre tres reyes magos modernos e improvisados que durante la primera de tres navidades creen conocer al recién nacido niño Jesús. Dejándose llevar por la fuerza del milagro que podrían haber presenciado, ofrecen a la pobre familia sus magras riquezas. Pero durante las navidades subsecuentes, esta generosidad se verá amenazada por la dudas y un diablo acompañado por una seductora tentación. La elección de un cast con síndrome de Down (salvo el niño Jesús y el diablo) permite una conexión más evidente de los temas planteados con la naturaleza más inocente y las inquietudes más endémicas de los seres humanos.
El gusto por el paisajismo, por los panoramas simples pero detallados con suntuosidad, las adaptaciones dramáticas, los personajes inocentes en travesía y crecimiento, y la narrativa alegórica, serían nuevamente explorados, pero mejor llevados, en su siguiente largometraje, el bello Pájaro azul (2011, ve aquí la reseña).
SOR (@SofOchoa)