Minicrítica realizada durante el Festival Internacional de Cine de Morelia 2015
Filmado en 16mm y con el respaldo de Gerardo Naranjo (Voy a explotar, 2008; Miss Bala, 2011) como productor, Plan sexenal (2014), ópera prima de Santiago Cendejas, es un filme arriesgado, una obra violenta, desde la textura de sus imágenes hasta los conflictos de sus personajes, cuyos simbolismos son forzados y poco sustentados, pero crean una atmósfera audaz y tenebrosa. Juan (Harold Torres) y su novia Mercedes (Edwarda Gurrola) se mudan a su nueva casa en la colonia Claveria, en Azcapotzalco. Organizan una fiesta con sus amigos sin importarles que el ruido de la música sea molesto para sus vecinos. Ante las quejas, un policía (Noé Hernández) acude al domicilio de la joven pareja para pedirle a Juan que termine su fiesta, advirtiéndole que la ciudad está en toque de queda. Para evitar problemas y después de una tensa discusión, Juan accede, pero entonces, ¿qué hace un vagabundo afuera de su casa durante toda la noche mirando hacia la ventana? El filme ambiciona retratar el macrocosmos de la difícil transición política de un país (no es claro en ello, pero algunas imágenes aluden a las marchas y actos violentos de insatisfacción ante la toma de posesión del presidente en diciembre de 2012), en un pequeño microcosmos donde reina la anarquía, la inseguridad y el caos social. Ahí, se entrelazan los secretos, misterios y planes de Juan, Mercedes y el extraño hombre que los vigila. La obscuridad es otro de los participantes que acentúa el nerviosismo y miedo de los personajes, así como las dudas de la audiencia. ¿Cuál era el plan de Juan? ¿Quién es el vagabundo? Y aunque esos cuestionamientos son bien planteados en la primera parte del filme; la búsqueda por crear un intenso thriller termina siendo un intento al que le falta la contundencia y audacia con la que había comenzado.
LFG (@luisfer_crimi)