Las vidas de dos extraños, habitantes de la ciudad de Porto, Jake (Anton Yelchin) y Mati (Lucie Lucas), se cruzan de manera breve, azarosa y, no obstante, inevitable, en tres momentos diferentes de un mismo día: durante una excavación arqueológica a las afueras, en el tren de vuelta a la ciudad y en un café, donde, finalmente, deciden conocerse para aventurarse a experimentar un desaforado y apasionante relato efímero de amor. Después de pasar la noche juntos, cuando el exmarido de Mati reaparece, la realidad sucumbe al aparente sueño que compartieron entorpeciendo y anulando el desarrollo de su historia. Entre paseos solitarios, visitas sin sentido, búsquedas sin objeto y días monótonos, intentarán reconstruir sus vidas, invadidos por la memoria de aquella noche que se niega a desvanecerse.
Guiado por el apoyo de Jim Jarmusch (Paterson, 2016) como productor, Gabe Klinger (Double Play: James Benning and Richard Linklater, 2013) debuta con su primer largometraje de ficción, Porto (Porto, 2016), un filme que pretende abordar, desde el lenguaje de la imagen y desde la experimentación estética, las emociones enfurecidas provocadas por un amor surgido impetuosamente y sin señales de aviso: l’amour fou. En otras palabas, es el retrato de un trastorno amoroso y sus secuelas. Estructurada a partir de tres secciones concomitantes al punto de vista de los personajes —el de Jake, el de Mati y el de ambos en conjunto—, la historia es, aparentemente, lo menos relevante del filme, siendo relegada a un segundo término. La historia está sujeta a la experimentación cinematográfica, tanto así que el mismo desarrollo de los personajes queda trunco y el guión peca de simpleza, valiéndose de la creación de diálogos poetizados para intentar equilibrar el filme. En términos de la estructura, la película se desarrolla de manera fragmentaria mezclando lo acontecido en aquella noche (la memoria) con lo que está transcurriendo en el presente de los personajes, ofreciéndonos, según la sección de la que se trate, tres versiones de un mismo hecho: lo que recuerda Jake y las consecuencias de aquel amor fugaz en su vida; lo que, a pesar de sus esfuerzos, Mati no puede olvidar y el vacío que la acompaña posteriormente a aquella noche; y, por último, la tercera versión que complementa los fragmentos recordados por los personajes para brindarnos una totalidad de la anécdota. Por otra parte, en lo correspondiente a la imagen, Klinger y el cinefotógrafo Wyatt Garfield (Beasts of the Southern Wild, 2012) presentan una estética ambiciosa que dota a la luz y a los colores, así como al formato —super 8 y 16mm—, del carácter simbólico suficiente para comprender las emociones de los personajes e involucrarnos con ellas. Desde el punto de vista cromático, los tonos cálidos acompañan a la pareja en su desenfrenada noche romántica, sugiriendo una noción de bienestar y felicidad expresada por los mismos personajes y manifestada por la atmósfera que ellos mismos parecen crear. Es decir, el mundo se reconfigura cuando están juntos. Esto último es apreciable, también, gracias al uso conceptual de los formatos y del tamaño de la imagen: las características y medidas de la película de 8mm refuerza las sensaciones de soledad, aislamiento, angustia, pena y asfixia que sienten Jake y Mati luego del impulsivo rompimiento de su relación, en contraste con el ancho y la claridad ofrecidos por los formatos digitales de las cámaras Arri y Anton utilizadas para filmar los momentos compartidos por ambos: la realidad tiene más sentido, es más alegre y nítida cuando están juntos que cuando se encuentran separados.
Minicrítica realizada durante la 64 Muestra Internacional de Cine.
Fecha de estreno en México: 27 de julio, 2018.
Consulta horarios en: Cineteca Nacional