En su ópera prima, Pureza eterna (Forever Pure, 2016), la joven directora Maya Zinshtein retoma el tema del futbol para mostrar las complejidades políticas, económicas y sociales que se mueven alrededor del deporte y que van más allá del juego. El filme muestra al controvertido propietario del Beitar Jerusalén (un equipo de la máxima división del futbol de Israel), el multimillonario Arcadi Gaydamak, quien confiesa abiertamente el aburrimiento que siente al ver los partidos de futbol, al mismo tiempo que recurre a la gran popularidad del juego para cumplir sus ambiciones políticas. Sin embargo, sus maniobras populistas se caen cuando, en 2013, decide contratar a Zaur Sadayev y Dzhabrail Kadiyev, dos jugadores chechenos musulmanes. Esta situación desata inconformidades y molestias entre los aficionados del equipo, particularmente en aquellos que pertenecen a la extrema derecha denominada “La Familia”, quienes responden a los nuevos jugadores con boicots, protestas y una vil retórica racista.
Zinshtein muestra, de manera íntima y devastadora, el ultraje que se comete contra los jóvenes futbolistas. La directora deposita su mirada en los entrenamientos, en las charlas técnicas, en el desarrollo de los partidos tanto en vestidores como en las canchas; nunca pierde de vista a los jugadores que viven bajo amenazas constantes y a las multitudes de aficionados que se levantan en actitud furiosa para entonar cánticos xenófobos y bélicos. Pureza eterna captura los puntos peligrosos e incendiarios del nacionalismo y la manera en que la ambición política y financiera colisiona incómodamente con el mundo del deporte. La directora bien podría haber hecho una película únicamente sobre el aspecto racista, pero también crea un documento mucho más complejo y matizado, haciendo preguntas más profundas que van al corazón de la política y la historia israelí. Y si las ficciones cinematográficas han retomado el relato deportivo para confeccionar historias idílicas de superación y hermandad, este documental es la prueba de cómo operan muchos equipos deportivos, voraces empresas a las que parece no importarles sus propios jugadores y terminan cediendo a las ganancias económicas y a las exigencias de la afición, aunque éstas sean malsanas y distorsionadas. Es casi imposible no ver un sorprendente paralelo entre el filme y los climas políticos actuales. Tanto Brexit como las recientes elecciones estadounidenses ejemplifican cómo las posturas de derecha ganan impulso. La escala y la popularidad de estos movimientos han sido peligrosamente descartados, pero con aplastante consistencia reafirman que no son una minoría de nicho. Zinshtein captura un fenómeno global en el microcosmos del futbol israelí y su habilidad para difundir la información y mostrarla es excepcional.
Minicrítica realizada durante Ambulante 2017.
Puedes verla en la Ciudad de México del 24 de marzo al 6 de abril.
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