Josh (Jesse Eisenberg), un joven sereno y callado, sin sentido del humor, vive y trabaja en una granja comunitaria de Oregón en el cultivo y cuidado de vegetales y frutos. Él conoce a Dena (Dakota Fanning), una joven que trabaja en un spa y que constantemente expresa su preocupación por el medio ambiente. Ambos se dirigen hacia una zona boscosa donde vive Harmon (Peter Sarsgaard), un exmarino y exconvicto, experto en explosivos. Este trío de ambientalistas extremos realiza una conspiración para hacer estallar una presa hidroeléctrica. Josh es la mente macabra detrás del plan; Dena se encarga de financiar la operación; y Harmon es el responsable de la logística y los tiempos de ejecución. Sin embargo, los planes se complican y lo que parecía una lucha en común se convierte en una creciente ola de desconfianza y paranoia entre los tres involucrados.
¿Acaso un acto de terrorismo ecológico puede cambiar la perspectiva de la gente respecto al cuidado del medio ambiente? Con un inquietante silencio, esa es la pregunta que la realizadora Kelly Reichardt propone en Night Moves(2013). Las posibles respuestas –simpatía por la postura agresiva, indiferencia, quejas, búsqueda de nuevas soluciones– sólo las tendrá el espectador una vez que identifique la delgada línea entre el activismo y el terrorismo. Reichardt emplea personajes complejos que tienen objetivos idealistas, pero con métodos inapropiados; podrían ser sociópatas, pero son compasivos con el entorno natural; su cinismo está elegantemente atado a pertinentes referencias filosóficas dejando en claro que su rebelión posee los fundamentos intelectuales que justifican su postura; están bien informados sobre los daños que el hombre comete contra el planeta, pero a veces se perciben ingenuos, hipócritas e incongruentes. Las tres actuaciones son eficaces y corresponden al bajo perfil que manejan los personajes; el trabajo de Eisenberg, Fanning y Sarsgaard se ajusta al tono de la película y al estilo que Reichardt ha desarrollado a lo largo de su carrera: una cámara que se mueve lentamente para mostrar los detalles de los escenarios naturales, y en esa postura contemplativa se acumula paulatinamente la tensión sutil y auténtica –despojada de cualquier tipo de sensacionalismo– que se detona en la cumbre de la historia, donde los personajes deben asumir las terribles consecuencias de sus actos. Aunque el tema central apela a las problemáticas del medio ambiente, Night Moves es también una película intimista sobre el viaje profundamente personal adoptado por cada uno de los personajes. Dena es la que comienza a tener dudas respecto a la pertinencia y las consecuencias de llevar a cabo un acto tan radical, las suficientes para que se desprendan los dilemas morales que impulsan el relato. La atmósfera de silencio en la secuencia final nos coloca al borde de una nueva dirección que tomará uno de los personajes, pero resulta difícil abandonar las sensaciones que hemos tenido en todo el trayecto: algunas de las consecuencias de nuestras acciones no pueden eliminarse ni con el arrepentimiento.
LFG (@luisfer_crimi)
Minicrítica realizada durante la 58 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.