Después de conocerse mediante el intercambio de su gran pasión y curiosidad por la fotografía, el viaje y los rostros humanos, la casi nonagenaria e impredecible cineasta belga, Agnès Varda, y el artista callejero francés, JR, realizan un viaje por carretera para recorrer varios pueblos en el norte de Francia, incluyendo campiñas, playas desiertas y discretas aldeas que permanecen lejos del imaginario de los itinerarios turísticos más populares. La pareja creativa tiene una misión: fotografiar las caras de las personas que conocen en el trayecto, imprimir las fotografías a gran escala y pegarlas en distintas superficies y estructuras (las paredes de un edificio, los puentes, los tejados o incluso los trenes). El resultado: retratos espontáneos, divertidos, emotivos y reales que le rinden homenaje a aquellas personas que realizan actividades cotidianas y que normalmente pasan desapercibidas.
Rostros y lugares (Visages villages, 2017) es un diario de viaje que ofrece un emocionante y delicado viaje entre la gente común y sus historias, convirtiéndose en una reflexión poética sobre el poder de la mirada, incluyendo los juegos de la representación de la imagen y la imaginación, los diálogos entre fotografía y cine, así como las intersecciones entre tiempo, memoria, vida y muerte. Mientras JR conduce la camioneta (decorada en forma de una gigantesca cámara fotográfica), la pequeña gran Agnès Varda es copiloto o, más bien, una verdadera brújula del viaje: sus pies cansados e inestables continúan explorando los terrenos; sus ojos, aunque afectados por la catarata, ven, descubren, sienten, recuerdan, inventan nuevas representaciones a través de lo que aún logran ver o imaginar. A pesar de la brecha generacional, ambos artistas tejen un lazo de cordialidad y amistad a lo largo del filme. La integrante de la ‘nouvelle vague’ y el ‘Banksy francés’ constituyen una pareja inesperadamente divertida. Ella con su pelo bicolor, él con eternas gafas de sol y sombrero; se burlan el uno del otro, se provocan mutuamente, pero entendemos que hay una gran armonía entre ellos. Su camaradería es tan carente de negatividad, y tan conmovedora en espíritu, que los espectadores desearían que se hubieran encontrado antes. Aunque son protagonistas y guías de esta experiencia, Varda y JR evitan las presuntuosas declaraciones sobre sus respectivos trabajos; ellos simplemente recurren a la imagen (un concepto cargado de ambigüedad en la época moderna) para crear un sentido de maravilla y asombro en las personas que llevan vidas ordinarias, honrando sus existencias y transformándolas en bellas obras de arte. Una casa en un barrio histórico de mineros, un hangar agrícola, las ruinas de un pueblo abandonado, los contenedores del puerto de Le Havre, los edificios y las torres de una planta industrial; cualquier superficie puede ser el soporte de la imagen. Pero las intervenciones artísticas no están hechas para perdurar por siempre, de hecho, puede ser suficiente un poco de agua para frustrar sus esfuerzos, como les ocurre con el collage de la fotografía en la que Varda inmortalizó a su amigo fotógrafo Guy Bourdin. En medio de las muchas caras que aparecen en el filme, hay otro “invitado de honor”: Jean-Luc Godard. El director nacido en Suiza aparece como un hombre joven en un cortometraje de Varda, quien lo recuerda con gran afecto y no deja de destacar su parecido con JR; la posibilidad de un reencuentro con su viejo amigo produce ansiedad, esperanza y desolación en la directora, orillando a JR a un gesto tierno que cierra de manera elocuente y conmovedora el filme.
Fecha de estreno en México: 20 de abril, 2018.
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional