En los años setenta, Rigoberto (Valentin Trujillo Jr.), que cumple una condena en la prisión de Lecumberri, sufre los maltratos no sólo de los peligrosos presos, sino también de los autoritarios y déspotas carceleros. El hombre, desilusionado y desesperado, encuentra consuelo en un relato que otro de los presos, González (Gustavo Sánchez Parra), le narra. Según este último, en la década de 1950, existió un talentoso panadero y bailarín, conocido como Pepe “Frituras” (Emmanuel Orenday), que asistía regularmente a los centros nocturnos más concurridos de la época para apoderarse de la pista al ritmo del mambo. Una noche de fiesta, y después de emplear sus mejores pasos y coreografías para seducir a la bella Eva (Begoña Narváez), Pepe es perseguido por otro talentoso bailarín, Rafael (Mariano Palacios), quien lo acusa de haber abusado de la mujer. De esta manera, el panadero es enviado a la cárcel, donde, a pesar de las dificultades, su habilidad le ayuda a tolerar el encierro y los maltratos hasta planear un escape para buscar al amor de su vida, una joven llamada Luisa (Melissa Barrera).
Sacúdete las penas (2018), ópera prima del cineasta mexicano, Andrés Ibáñez Díaz Infante, es un drama carcelario con algunos elementos del género musical (principalmente la integración de la música, el baile y las coreografías a la narrativa del filme, pero sin caer en la “cantabilidad” de los diálogos expresados por los personajes) que elabora un mensaje bienintencionado, aunque enmarcado en un discurso motivacional un tanto simplista, sobre cómo el individuo, a pesar del cruel confinamiento, puede revertir los oscuros escenarios, siempre y cuando adopte el optimismo como filosofía de vida. Aunque hay referencias a las tensiones entre vigilados y vigilantes de El apando (Dir. Felipe Cazals, 1975) y la vida cotidiana dentro de la cárcel de Lecumberri: El Palacio Negro (Dir. Arturo Ripstein, 1976), las dinámicas despiadadas al interior de la cárcel pierden fuerza debido a la extraña mezcolanza de géneros. Las constantes alusiones a la paleta de colores orientada al beige acompañado de tonos cálidos -ya sea el vestuario de Luisa, la iluminación artificial en el interior del salón de baile o el espacio al aire libre en la cárcel- son metáforas visuales obvias de la lucha entre el encierro, la pasión por el baile y el anhelo de libertad, mientras que las melodías festivas del mambo -un notable trabajo del compositor Camilo Lara (Coco, 2017)- continuamente se filtran en los oídos del espectador, creando una barrera para identificarse con el supuesto sufrimiento del personaje.
Fecha de estreno en México: 27 de abril, 2018.