Relegada en un sótano, Renee (Amy Schumer) trabaja en el área de tecnología de LeClaire, una prestigiosa compañía de cosméticos de alta gama. Ella tiene dos muy buenas amigas -Vivian (Aidy Bryant) y Jane (Busy Philips)- que la quieren y la comprenden, pero sufre de una terrible autoestima, odiando todo sobre su aspecto físico. Al tratar de que se le conceda su deseo de “ser bella”, Renee sufre un fuerte golpe en la cabeza durante la clase de spinning y, extrañamente, aunque sigue siendo la misma, se da cuenta de que se siente orgullosa de su apariencia. Infundida con una seguridad constante y una confianza explosiva, Renee decide enfocarse en su vida profesional y amorosa; comienza a tener una serie de citas románticas con el apacible y comprensivo Ethan (Rory Scovel) y obtiene un nuevo trabajo como recepcionista en LeClaire, llamando la atención y ganándose la confianza de su jefa, Avery (Michelle Williams), quien está preparando nerviosamente una nueva línea de cosméticos para mujeres ordinarias como Renee y no para modelos que sólo aparecen en revistas. Llena de personalidad y hambrienta de nuevas experiencias, Renee se encuentra a sí misma al mando del futuro de LeClaire, y con tantas responsabilidades, la arrogancia comienza a florecer poniendo en riesgo su larga amistad con Vivian y Jane, así como su noviazgo con Ethan.
Sexy por accidente (I Feel Pretty, 2018), el debut como directores de Abby Kohn y Marc Silverstein -la dupla de guionistas detrás de Never Been Kissed (1999), He's Just Not That Into You (2009) y How to Be Single (2016)-, pretende ser un himno de empoderamiento para aquellos que sufren de baja autoestima, colocando a Schumer como el estandarte que convierta la ansiedad en aceptación del cuerpo en un mundo actual gobernado por las aspiraciones de alcanzar el glamour y la belleza física. Los directores también quieren hacer una comedia romántica sobre el proceso de enamoramiento, las citas y las vicisitudes que implican un noviazgo, y también tienen interés en confeccionar un relato sobre el cumplimiento de los sueños y los deseos, y un melodrama sobre la amistad femenina. Son demasiados ejes en Sexy por accidente; muchos de ellos atractivos, pero Kohn y Silverstein los abordan y desarrollan de manera simplista, siguiendo una fórmula para las risas simplonas y el patetismo de la comedia física, y volviéndose predecible en su camino para lanzar los mensajes bienintencionados sobre la autoestima. Schumer es sumamente enérgica, y por momentos carismática, pero la actriz se supedita a un guion que traza al personaje de Renee como una caricatura que exacerba sus defectos, hace escándalos a partir de pequeños fracasos e imperfecciones, y todo ello con la única intención de enfatizar que es una perdedora que se avergüenza de sí misma. Psicológicamente, la protagonista atraviesa una crisis; pero a los directores lo que menos les interesa es desarrollar esa depresión con cuidado, verosimilitud y sutileza, y recurren a una de las estrategias más comunes de los cuentos de hadas rosas -pedir un deseo- para que la mujer insegura con problemas de imagen corporal (no lo suficientemente delgada, no lo suficientemente sexy, no lo suficientemente atractiva) despierte para creer que se ha convertido en una versión idealizada de la forma femenina, dándole la confianza de la chica de portada de Vogue o modelo de pasarela de Victoria's Secret que ahora ve en su reflejo. Ella se ve exactamente igual, pero su actitud ha girado; un cambio de imagen mental que la hace, como dice el cliché, hermosa, tanto por dentro como por fuera. De manera honesta, aunque un tanto ingenua, Sexy por accidente destaca el acto de abrazar nuestras propias imágenes sin la frivolidad de compararnos con alguien más. No obstante, lo que en última instancia decepciona es la convencionalidad del acto final; una conclusión apresurada que ata los cabos sueltos y en su discurso aleccionador disminuye la contundencia del mensaje central.
Fecha de estreno en México: 1 de junio, 2018.