Luego de la muerte de su padre y después de que su madre, trastornada por el dolor, fuera internada en un manicomio, Mick (Levi Miller) es enviado a vivir con su abuelo (Bryan Brown) en un rancho a mitad de la nada y ubicado en terrenos baldíos. Lo que suponía ser una vida dura, cruel, se transforma en una historia de aventuras cuando, después de una tormenta, Mick encuentra abandonado a un cachorro bañado en pintura azul al que decide llamar Blue, aunque, en realidad, sea de color rojo. Será gracias a Blue que Mick logre sobrepasar la desgracia y encuentre el valor de la vida, del amor y de la amistad.
Podríamos decir que con Siempre estarás conmigo (Red Dog: True Blue), el director australiano, Kriv Stenders (Kill Me Three Times, 2014), lo hizo de nuevo. Sin embargo, el sentido de la frase no sería, en esta ocasión, para otorgarle un cumplido, sino al contrario: Stenders encontró una fórmula y la repitió deliberadamente. En 2011 estrenó un filme basado en la novela corta de Louis Bernières, Red Dog, el cual relata la historia de un perro sin dueño que se gana los corazones de todos con sus hazañas. Por su parte, Siempre estarás conmigo, supone ser la precuela de dicha película, pero es, en realidad, una suerte de mala copia: el filme comienza, al igual que aquel del 2011, con un hombre contando la historia del perro; en el largometraje anterior, el narrador es un cantinero que relata su primer encuentro con Red Dog (Blue), mientras que, en el segundo, es Mick, ya adulto, quien cuenta a su hijo su pasado y su relación con él. La historia se desata porque el frívolo hombre de negocios en el que se ha convertido Mick, lleva a sus hijos al cine, donde ven, precisamente, la película de Stenders. En ese momento, Mick, conmovido, cuenta a su hijo mayor la historia del perro en el que está basada la película: su amigo, Blue. La estrategia inicial es la misma, pero no es la única que se repite. Por supuesto, cualquiera que vaya a ver una película en la que un perro o alguna mascota es protagonista, sabe, desde que compra los boletos, que el filme buscará hacerlo llorar. Y esta no es la excepción. Por otra parte, el guión también utiliza los mismos métodos para contarnos la historia y conmovernos: después del encuentro, la persona y el perro vivirán una serie de aventuras que los vinculará especialmente y que provocará un cambio en la gente que los rodea: la comunidad se une y aspira a superarse. Otra repetición que puede mencionarse es, quizá, una cuestión positiva: la fotografía en ambos filmes es bella. No sólo porque está bien tratada, sino porque los cielos (sobre todo) que ofrece Australia son increíbles, el problema es que se muestran hasta el cansancio. Por otro lado, en 2011, el filme obtuvo premios, nominaciones y aplausos; en 2017, sin embargo, no debería obtener tanta aceptación, debido a una gran diferencia. El filme de aquel entonces era más sólido, más concreto, la trama dirigía al espectador a la reflexión y al entretenimiento, mientras que, en este, los sucesos son insulsos y las aventuras no tienen otro sentido más que el de dirigirnos al conmovedor final; es decir, la razón de existir de los personajes y de las anécdotas no es otra más que manipular las emociones del espectador. Los temas y las historias permanecen inconclusas y nos dejan la sensación de algo faltante: son un conjunto de anécdotas que no nos llevan a ningún lado. Aunque quizá eso sea, precisamente, la vida.
Fecha de estreno en México: 12 de enero, 2018.
Consulta horarios en: Cinemex, Cinépolis.