Tarzán (Kellan Lutz) es hijo de una pareja millonaria, los Greystoke, dueños de una empresa dedicada al sector energético, que ama la aventura (los safaris, las expediciones). Durante un verano, John Greystoke (Mark Deklin) decide viajar a la selva africana, junto a su familia, para investigar el paradero de un meterorito que se piensa provocó la extinción de los dinosaurios. La fallida expedición motiva que el clan regrese pronto a su hogar, pero durante la travesía, el helicóptero en el que viajan sufre un percance provocando que los padres del pequeño fallezcan. El niño sobrevive, pero queda abandonado en la selva. Rápidamente el infante encuentra consuelo en los brazos de Kala, una gorila amigable que lo adopta y educa como si fuera su propio hijo. Tarzán crece y cuida del bosque, mas la tranquilidad del lugar se ve alterada cuando un ambicioso ejecutivo de la compañía Greystoke llega a invadir aquellas tierras. Jane, la hija de un guía turístico africano, ayudará al hombre mono a truncar los planes del villano que amenaza con destruir el ecosistema.
La clásica historia del hombre mono llega en una versión animada realizada con la técnica motion capture, y en 3D, bajo la dirección de Reinhard Klooss. Pero todo el despliegue técnico de la historia no alcanza a compensar la mediocridad de un guión que busca mantener la atención del espectador insertando elementos de ciencia ficción en un escenario de fauna trópical en la que resuena una voz en off que sobreexplica las acciones de los protagonistas, convirtiendo la narrativa todavía más sosa. Una fallida reactualización cinematográfica de la novela clásica de Edgar Rice Burroughs, que se queda a medio camino de lo que pretende.
VSM (@SofiaSanmarin)