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Un rastro de sangre abre la primera secuencia de Terapia de riesgo. Hay un corte y, en un flashback, vemos a Emily (Mara), una bella joven atrapada en un matrimonio aparentemente destinado al fracaso, pues su esposo (Tatum) acaba de ser liberado luego de pasar cuatro años en prisión, y la vida de comodidades que tenían antes parece estar más que enterrada en el pasado. Luego de un intento de suicidio, Emily vuelve a ir a terapia, con un nuevo psiquiatra –a la anterior la conoceremos eventualmente–, Jonathan Banks (Law), que le receta antidepresivos que le ocasionan mortales impactos secundarios. Cuando volvemos al rastro de sangre, el camino hacia el culpable ya no es tan claro, pues se nos ha mostrado ya una parte del tráfico de intereses que determinan los cursos de la industria de fármacos. Lo que suceda con la vida de los pacientes parece ser solo un efecto colateral.
Steven Soderbergh, director de este thriller famacéutico, ha declarado públicamente que este filme da por terminada su carrera cinematográfica, y que ahora dedicará su tiempo a dirigir películas para televisión, obras de teatro o alguna serie que lo amerite.
EBS (@edgarAllanys)