En el corazón de una enorme y peligrosa metrópoli, Annie (Margot Robbie), una extrovertida e impredecible asesina a sueldo, se acerca al misterioso señor Franklin para pedirle una oportunidad de trabajo. Él la comisiona para vigilar a un par de criminales -Vincent (Dexter Fletcher) y Alfred (Max Irons)- y paulatinamente enredarlos hacia un maquiavélico y elaborado plan con la única intención de hacerlos sufrir. Alfred se enamora de Annie, que vigila al dúo mientras se hace pasar por una camarera que trabaja en la cafetería mugrienta de una estación de tren, donde el enigmático Clinton (Mike Myers) es el único supervisor nocturno a cargo de la limpieza. De manera inesperada, Annie debe atender a Bill (Simon Pegg), un profesor que padece una enfermedad terminal y que azarosamente llega a la cafetería. Lo que comienza como una charla cotidiana entre cliente y camarera desemboca en un juego psicológico en el que Vincent y Alfred también están involucrados.
Al ser un relato sobre criminales en un sórdido mundo subterráneo, el guionista y director Vaughn Stein es consciente de estar pisando un terreno varias veces visitado por cineasta contemporáneos como Quentin Tarantino en Reservoir Dogs (1992), Guy Ritchie en Snatch (2000) y Robert Rodriguez en Sin City (2005) y, orillándolo a evitar la representación de sangrientos actos de violencia para darle un tono más coloquial a su descripción de personajes involucrados en actos terribles. A pesar de confeccionar una jungla de neón con personajes moralmente cuestionables, este filme neo-noir no posee suficiente ferocidad para asegurar un viaje a las zonas más lodosas de la moral humana y mucho menos al infierno. Los personajes interactuar unos con otros a través de prolongados monólogos y una serie de insistentes y malogradas bromas de humor negro, mientras que el manejo del misterio deja mucho que desear. Stein está más preocupado por llenar el marco con labios rojos, cigarrillos encendidos y neón brillante, generando un estado de ánimo adecuado para escenificar los tratos desagradables entre individuos corruptos. El cinefotógrafo Christopher Ross (The Sense of an Ending, 2017) baña Terminal en luces fluorescentes, esforzándose por hacer que la imagen sea lo más estimulante desde el aspecto visual, ya que la mayor parte de la película se basa en el diálogo, en los ataques y contraataques verbales, en los laberintos del lenguaje oral. Las actuaciones ciertamente encuentran la atmósfera deseada de la película, encontrando a Robbie comprometiéndose por completo con la amenaza altamente sexualizada de Annie y Fletcher tiene algunos momentos prácticos como un hombre particularmente irritable, encontrando a Vincent agotado de paciencia con el mundo exterior. Y es agradable ver a Myers en la pantalla otra vez (su primera actuación en cine en casi una década), dando a Terminal alguna rareza necesaria. Desafortunadamente, el filme es exasperantemente engorroso de seguir, especialmente cuando Robbie pasa demasiado tiempo en pantalla explicando las “sorpresas” que hemos descifrado hace siglos, y porque Stein elige incluir más de un final, haciendo que un relato, ya fatigoso, parezca interminable.
Fecha de estreno en México: 5 de julio, 2018.
Consulta horarios en: Cinépolis