Violetta (Martina Stoessel) regresa a Buenos Aires de una gira internacional por Europa y, tristemente, a través de los medios del espectáculo, se da cuenta que su novio León (Jorge Blanco) ha comenzado una relación con otra mujer mientras graba su disco en Los Ángeles. Con el corazón roto decide retirarse de su carrera y encerrarse en su casa a llorar. Y ante esa situación su padre (Diego Ramos) la envía a una isla en el Mediterráneo, donde una amiga suya (Ángela Molina) tiene una residencia para artistas. Allí Violetta conocerá nuevos amigos y se transformará en una nueva persona.
Si hay algo que tienen las películas de Disney es buena producción. Tini: el gran cambio de Violetta tiene unas locaciones hermosas, efectos visuales, barcos, ruinas romanas, bellos vestuarios… pero de trama, nada. Es una historia demasiado sosa y cursi, hasta para su género. Funciona sólo como un pretexto para enterrar al personaje de Violetta que Martina Stoessel representó en la serie homónima de Disney, y presentar un nuevo producto mediático: Tini. Es una película específicamente pensada para fanáticas cautivas de la serie, que lo único que desean es ver a su cantante favorita, y disfrutarlo sin hacer muchos cuestionamientos. En ella se desarrolla una historia de amor y decepciones, que ayudan a una jovencita a buscar su propio camino y conocerse más a sí misma, a descubrir la historia de su vida, con una madre fallecida que tiene un pasado en la misma isla y a salir adelante a pesar de la tristeza, ayudada por la gente que la rodea y aprecia. Las complicaciones de la historia son tan poco profundas como las actuaciones. Cada personaje es la versión de un estereotipo, rígido y muy plástico, el padre “guapo”, las jóvenes que a pesar de tener apariencias muy sexualizadas son inocentes, los chicos que sólo viven para la tecnología o la música, y los hombres que hacen el rol de galanes parecen príncipes de película Disney. Los problemas aparecen de la nada y desaparecen de la nada. Cumplen con darle un poco de emoción a una historia que, aunque no es de princesas, funciona igual, pero de forma insípida. Una película más para generar fantasías en las niñas: la idea del amor por el que hay que sufrir, como algo que debe tacharse de la lista de pendientes.
Fecha de estreno en México: junio 2, 2016.