Con la Colonia del Valle y Coyoacán como escenarios, la cinta Todo el mundo tiene a alguien menos yo, ópera prima del egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), Raúl Fuentes, es un trabajo que, enraizado en un amplio cúmulo de referencias filosóficas que van desde Platón hasta Foucault y que intentan explicar la concepción del afecto hacia el otro, retrata a través de la relación de dos mujeres, los vaivenes del amor romántico cuando éste no sucede de la forma que se anhela. La puesta en escena induce a las expresiones de dolor, erotismo y éxtasis de sus protagonistas en un formato en blanco y negro (aunque fue filmada a color) que detalla, por ejemplo, la intensidad de las caricias entre las dos amantes, las ligeras arrugas el rostro de Alejandra, la lozana piel de su pareja, María, o las amplias avenidas del sur de la ciudad por las que ambas viajan en auto. María, la joven llena de espíritu y pasión, es una preparatoriana a la que se le desborda la vida. Con 18 años, desea tener nuevas experiencias, incluso si eso implica salir de su círculo de amigos. Por su parte, Alejandra, ya en sus treinta, parece transitar entre un estado de insatisfacción constante y otro de esnobista autocompasión. No es encantadora, y sus gustos por la música y la literatura, un tanto obvios, demasiado adolescentes, (Jack Kerouac, Virginia Woolf y The Cure) y conversaciones, parecen intentar (en)cubrir el vacío de su corazón. La desesperación fundada en la incapacidad de la editora de libros de revelársele a la persona que ama, sumada a la diferencia de edades, de gustos y de visiones sobre el futuro, terminan por poner en el limbo la continuidad de la intensa relación.
Las tomas fijas, los close-up’s, los contraplanos que se corresponden simulando un eje de miradas vertical, se suman a una bien seleccionada musicalización que incluye tracks de dulce pop vintage como “Oh, La La!” del trío femenino oriundo de Texas, Chateau Crone, o de intensa vitalidad como “Los adolescentes” del dúo chileno, Dënver, para enmarcar la deliberada espontaneidad en el trabajo escénico de Andrea Portal como Alejandra y Naian Daeva como María. La actuación de ambas se adhiere delicadamente a la narrativa de Fuentes para desarrollar a partir los ambiguos recuerdos de Alejandra, más que una historia de amor lésbico, la incapacidad de amar y ser amado.
JAR (@franzkie_)
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