El atleta canadiense Kaden (Boyd Holbrook) es un campeón de salto de esquí que, a sus 35 años y a pesar de las sugerencias de su entrenador, está empeñado en seguir practicando su deporte -llevando su cuerpo al límite y sin importar los riesgos- con el único objetivo de participar en la prestigiosa competición que se llevará a cabo en Sapporo, Japón. No obstante, durante el periodo de preparación y entrenamiento se reencuentra con la carismática Martha (Dominique McElligott), un amor del pasado que vuelve a despertar interés en él. Por su parte, y del otro lado del océano Pacífico, Khai (Song Yang) es un ejecutivo centrado en una carrera ascendente en los negocios internacionales. Su vida solitaria entra en nuevas dinámicas de interacción humana cuando conoce a la enigmática (Zhu Zhu), su nueva compañera de trabajo que se muestra renuente y silenciosa ante los eventos del pasado.
En Two/One (2019), su primer largometraje de ficción, el realizador argentino, Juan Cabral, recurre a la atractiva estrategia de las “vidas conectadas y paralelas” para confeccionar un sólido y pertinente retrato de dos exitosos hombres en el ámbito profesional pero, que al construir esos ascensos en plena soledad, se muestran inseguros cuando se presenta la oportunidad de establecer nuevas conexiones humanas. Mientras uno duerme, el otro despierta; mientras uno busca el amor del pasado, el otro lo espera pacientemente. Ambos están lidiando con sus propios problemas, que de alguna manera se reflejan entre sí hasta cierto punto, ya sean las fallidas relaciones con sus padres o lo incipiente que resulta su vida romántica. Entre la intensa nieve invernal del norte de América y los imponentes edificios inteligentes del entorno urbano de Shanghái parece transitar la misma sustancia de la melancolía de dos almas plenamente confundidas. Las vidas de los personajes comienzan a hacer eco; hay un hilo desconocido que parece conectar las dos caras de una misma moneda, pero no sabemos con certeza cuál es ese artefacto. Probablemente, a partir del énfasis que el director deposita en el acto de dormir, se sugiere que los sueños. Aunque el halo de misterio sobre la conexión que existe entre los dos personajes amenaza con lo inverosímil hacia el final del relato, Cabral mantiene su visión fluida, reflexiva y sensible.
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