Alan (Tom Hanks) es un hombre de negocios venido a menos, que además de estar divorciado, no tiene dinero para pagar la colegiatura de la universidad de su hija y, por si fuera poco, le ha crecido una sospechosa protuberancia en la espalda. En apariencia, todo está perdido y es por eso que acepta ir a Arabia a ofrecer a un rey tecnología para hacer conferencias holográficas.
Un holograma para el rey es una adaptación fílmica de la novela homónima de Dave Eggers, en la que se explora la sensación de soledad, un tema que Tom Hanks ha experimentado en otras actuaciones como Cast Away (2000) de Robert Zemeckis o The Terminal (2014) de Steven Spielberg. El personaje de Hanks está perdido en su actual vida en Estados Unidos y es esa falta de sentido la que le hace tomar la decisión de ir a Arabia en búsqueda de nuevas oportunidades, como diría Einstein: “si deseas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo”, y él definitivamente desea vivir distinto. Es un hombre que recuerda mucho a Bob Harris (Bill Murray) en Lost in Traslation (2003) de Sofia Coppola, quien viaja a Japón y se encuentra inmerso en un entorno completamente desconocido, desconectado culturalmente pero arrastrando una soledad que nació en otro lugar (quizá en sí mismo) y no puede abandonarla. Paro en el caso de Alan, la situación es un poco distinta, porque, aunque se encuentra en un país del que ni siquiera conoce el idioma ni las costumbres, en el fondo, no ha perdido del todo la esperanza y sabe que “quizá él es mucho más que la suma de sus partes rotas”. Se embarca en ese viaje como una nueva oportunidad de abrirse espacio en el mundo, deseando que la vida lo sorprenda y como resultado se da cuenta que la respuesta a la soledad puede estar, paradójicamente, en un desierto. El ritmo de la película es casi una meditación, muy tranquilo, lleno de momentos de vacío y contemplación, muy diferente a otras películas del director en las que se mantiene una aceleración constante como en Lola rennt (1998). En el filme los exteriores desérticos que se encuentran prácticamente deshabitados contrastan con las edificaciones con diseño contemporáneo y en conjunto generan imágenes que podrían estar insertadas en filmes postapocalípticos y eso, a su vez, choca con los lugares más tradicionales, sobrepoblados y menos tecnológicos. Y aunque pudiera sonar demasiado dramática, la historia de Alan es de redescubrimiento, de recordar que los sentidos de la vida se construyen, y que cambiar el entorno ayuda a que se encuentre con su verdadero ser.
Fecha de estreno en México: junio 10, 2016.