Escucha aquí el soundtrack de 'Una chica regresa sola a casa de noche'
Ataviada con un chador negro tradicional, La Chica (Sheila Vand) deambula por las solitarias y obscuras calles de Bad City en busca de víctimas para alimentar su hambre y sed. La población del lugar ofrece un amplio catálogo de presas potenciales: Saeed (Dominic Rains), un misógino traficante de drogas; Hossein (Marshall Manesh), un holgazán adicto a la heroína; Atti (Mozhan Marnò), una prostituta que sufre el maltrato de su explotador; Shaydah (Rome Shadanloo), la joven millonaria que sólo piensa en divertirse; y Arash (Arash Marandi), un joven trabajador en apuros económicos.
Una chica regresa sola a casa de noche (A Girl Walks Home Alone at Night, 2014) es un hábil esfuerzo por conjugar una serie de referencias culturales que remiten al cine noir, al western, a la novela gráfica y a los vampiros. Al igual que Marjane Satrapi (Persepolis, 2007), Ana Lily Armirpour –una joven cineasta iraní, pero radicada en Estados Unidos– se siente cómoda explorando las posibilidades de conjugar tradiciones disímiles procedentes de dos regiones geográficas opuestas para hallar puntos en común. Ese choque entre Oriente y Occidente es representado mediante la ciudad ficticia iraní, Bad City, un inframundo capturado mediante un límpido e intoxicante blanco y negro. Aunque el escenario donde se lleva a cabo el relato es un sustituto de Teherán, filmado en locaciones de Bakersfield (California, Estados Unidos), el espacio responde más a un rincón obscuro de la imaginación de Armirpour que resulta atemporal, pero vigente y palpable. Especulando con las preconcepciones del título, la chica no es deliberadamente la víctima de la película, sino la vigilante autoempoderada. Ella funciona, de alguna manera, como una crítica en contra del rol de la mujer que la ley Sharia exige. No obstante, la angustia opresiva presente en todas las dinámicas del filme se debe principalmente a un ciclo de mutua explotación. El joven que es obligado a trabajar para la niña mimada con el fin de financiar los hábitos de su padre drogadicto, o la prostituta explotada por el sádico criminal; ellos se alimentan unos de otros. Cada uno se aprovecha a su conveniencia del prójimo, son personajes ambiciosos con deseos desesperados de poseer cada vez más, así como constantemente Armirpour inserta imágenes de fábricas y plataformas de petróleo que nunca descansan. Es el incesante bombeo de la extracción de los líquidos vitales, ya sea sangre o petróleo, lo que motiva al ser humano a convertirse en depredador.
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Minicrítica realizada durante el #35Foro Internacional de la Cineteca Nacional.