Paul Asher (Brenton Thwaites) regresa de un tour en Afganistán como parte de su naciente carrera como periodista para encontrarse con una serie de problemas en casa; su esposa Sarah (Yael Grobglas) parece guardarle resentimiento por circunstancias no resueltas, mientras el atraviesa una crisis posterior a los eventos de los que fue testigo allá, la cual lo hace cuestionar su fe y su lugar en la vida. Decidiendo entonces concentrarse en el trabajo, acude a entrevistar a un misterioso personaje que asegura ser el mismísimo Dios (David Strathairn). A lo largo de tres entrevistas, Paul conversará con la persona (o deidad) que asegura tener las respuestas a los temores más recónditos en su mente.
An Interview with God es la más reciente entrada en un grupo de largometrajes que abordan la religión cristiana de tal manera que el espectador pueda obtener un entretenimiento que le brinde una lectura no disimilar a la que podría encontrar en una reunión de catecismo o en un sermón durante la Iglesia. Es decir, parece estar dirigida a personas creyentes al cristianismo y, por lo tanto, unirse a las ofertas de entretenimiento que le han servido a la religión para proliferarse. El más reciente ejemplo había sido I Can Only Imagine (Andrew y Joe Erwin, 2018), un filme basado en una canción religiosa que logró recaudar más de 70 millones de dólares en la taquilla norteamericana, con un presupuesto de 7. En An Interview with God, el director Perry Lang, intenta no estorbar llevando un manejo de la trama plano y sin ningún rastro de personalidad. En su lugar, permite que el guión de Ken Aguado sea el que se haga cargo de las riendas del filme, particularmente a partir de las tres largas entrevistas que Asher mantiene con ‘Dios’, mismas que constituyen la base de la película y son, además, en las que se exponen fundamentalmente las ideas que se intentan plasmar. Es decir, el desarrollo de personajes tanto de Asher como el de su esposa y, por lo tanto, de su relación, es prácticamente nulo, mientras que las entrevistas mantienen un hilo de confusión constante al no clarificar si el periodista en verdad cree que está hablando con Dios. El resultado, pues, demerita las comprometidas actuaciones de los protagonistas, particularmente Strathairn, el responsable de imprimirle un poco de complejidad a un personaje frustrante. Alejándose un poco del sentimentalismo, la película podría ser un atractivo ensayo sobre la crisis de fe de un hombre enfrentándose a las difíciles circunstancias de la vida; sin embargo, en su estado actual le es imposible trascender las limitaciones de un guion al que, además, Perry Lang trata como una Biblia a la que prefiere no aportarle nada.
Fecha de estreno: 11 de enero, 2019.
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