Impaciente de vivir en la gris y bulliciosa ciudad de París, agobiado por las carencias económicas y después de fracasar en su intento por organizar una exposición colectiva en la capital francesa, Vincent van Gogh (Willem Dafoe) es confortado por el cariño y ayuda de su hermano Theo (Rupert Friend) para mudarse a Arles, en el sur de Francia. Ahí, el pintor, dispuesto a encontrar “una nueva luz para las pinturas que aún no hemos visto”, entra en contacto con la misteriosa fuerza de la naturaleza, buscando inspiración en las colinas y llanuras de la región. Pero la estancia se ve perturbada por sus neurosis apremiantes y la hostilidad de los lugareños que, además de ser incapaces de reconocer su talento, lo rechazan y lo acusan de loco. Expulsado del pueblo y admitido en un hospital psiquiátrico, van Gogh encuentra un poco de consuelo y cariño en las visitas de su hermano y en las cartas de su colega Paul Gauguin (Oscar Isaac).
Ignorado en vida y ridiculizado en las ocasiones en que se vio su trabajo, van Gogh logró -solo después de la muerte- el tipo de fama y popularidad que la mayoría de los artistas anhelan. Su nombre ha llegado a representar el epítome del estereotipo de “artista loco”, aquel que sacrifica su bienestar por su arte, que se corta la oreja en un vano intento de ser escuchado. La mayoría de las películas existentes sobre el pintor se basan en ese aspecto, el del vínculo entre genialidad y locura. Sin embargo, a Julian Schnabel (Le scaphandre et le papillon, 2007) le importa poco la fuente del genio de van Gogh; en cambio, su enfoque radica en el impulso creativo del artista y su necesidad de encontrar las cualidades trascendentes del mundo cotidiano. Más que la biografía y los hechos, es la forma que le interesa a Schnabel, la intensidad febril del gesto artístico, lo nervioso y la tendencia al trazo abstracto de la pincelada, la visión del mundo y de la realidad que es inevitablemente subjetivo, transfigurante, personal. Si Gauguin le sugiere a van Gogh que pinte “lo que ve tu cerebro”, Schnabel intenta ingresar a la cabeza del pintor para intentar reproducir esa pintura entre lo real y lo sobrenatural. Van Gogh: En la puerta de la eternidad (At Eternity’s Gate, 2018) ofrece la oportunidad de ver el mundo a través de los ojos del pintor. El director intenta imitar el enfoque postimpresionista de van Gogh; para lograr la visión del artista, Schnabel y el cinefotógrafo Benoît Delhomme (A Most Wanted Man, 2014) filmaron gran parte de la película desde el punto de vista de van Gogh, usando una cámara en mano para reproducir su visión, con bordes de imagen a veces borrosos, con ángulos inclinados, filtros -casi siempre amarillos- y destellos de lente que invaden los disparos como llamaradas solares. Se despliegan estiramientos en los que la cámara sigue los pies de van Gogh recorriendo los campos en busca de la luz adecuada, y su sombrero de paja crea una apariencia de una esfera dorada alrededor de su cabeza. El acompañamiento sonoro dramático del piano de Tatiana Lisovkaia enfatiza los acordes solitarios obedecidos por la voz interior del artista. Los eventos en pantalla no siempre siguen los hechos históricos como se conocen. De manera deslumbrante, generalmente se asume que van Gogh murió de una herida de bala autoinfligida, no como resultado de recibir disparos de otros como se muestra aquí. Existen muchas teorías sobre las causas de las percepciones distorsionadas de van Gogh, y el filme permite ver cómo las autoconfesiones de van Gogh sufren visiones alteradas, presentando así los aspectos destacados de la vida del artista de una manera más abstracta que manifiesta. Willem Dafoe interpreta al pintor holandés, a pesar de ser 25 años más viejo para el papel. La cara arrugada del actor se parece mucho a la del artista en sus autorretratos y la habilidad de Dafoe para mutar entre expresiones de alegría y dolor le permiten encarnar la trascendencia espiritual y el sufrimiento físico de un personaje miserable en vida y venerado en muerte. En el filme, van Gogh se convierte en una especie de prisma, desde el cual Schnabel dibuja los temas que están más cerca de su corazón para hacerlos universales. Ante todo, la necesidad humana de expresar y comunicar. Una necesidad visceral que se convierte en van Gogh la única razón para vivir.
Fecha de estreno en México: 25 de enero, 2019.