Ana (Martha Higareda), una joven perteneciente a una familia de clase alta de la Ciudad de México, se prepara con poco entusiasmo para asistir a la boda de su hermana, Lucía (Paulette Hernández). Valentina (Tiaré Scanda), una mujer de clase media, trabaja arduamente para atender de la mejor manera a los comensales que asisten a su fonda. El padre Chayo (Rafael Inclán), incapaz de perdonar los despreciables actos de su hijo Gavilán (Tenoch Huerta), visita a los habitantes de su comunidad –una colonia de escasos recursos ubicada en los límites de la capital del país y el Estado de México– para dar sermones que los ayuden a mantener la esperanza frente a los problemas cotidianos. Los tres personajes, procedentes de distintos estratos sociales, comparten una misma preocupación: esperan ansiosamente la llamada del Centro Médico para recibir el trasplante del riñón que necesitan.
Vive por mí (2016), dirigida por el cineasta español, Chema de la Peña (Sud Express, 2005; Amarás sobre todas las cosas, 2016), es un melodrama coral que, mediante algunos elementos del thriller (escenas ambientadas en la oscuridad de la noche, uso de planos dorsales para ocultar las expresiones faciales de los personajes, subtramas asociadas a temas de crimen y corrupción), muestra las dificultades que atraviesan aquellas personas que anhelan poseer un nuevo riñón para seguir adelante con sus respectivas vidas. La secuencia de apertura es el mayor atractivo del filme; el director, con la ayuda del cinefotógrafo Alberto Anaya Adalid (Somos Lengua, 2016) y el editor Alejandro Lázaro (Balada triste de trompeta, 2010), logra construir una sugerente atmósfera de suspenso que motiva al espectador a querer descubrir cómo se conectan las historias de Ana, Valentina y Chayo. Sin embargo, conforme la trama avanza, el guión –escrito por el propio director junto con Juanma Romero Gárriz y Enrique Urbizu– le dedica mucho tiempo a desarrollar una subtrama innecesaria –aquella en la que Gavilán y la madre de Ana (Margarita Rosa de Francisco) se involucran en una serie de encuentros sexuales– que poco aporta al dilema central del relato, en el que la brújula moral de Ana comienza a tambalearse ante la desesperación de no hallar donadores. Desde que arranca el segundo acto se vislumbra, pero en el tramo final es más que evidente, el filme se convierte en un panfleto obvio a favor de la donación de órganos. Una postura chantajista, moralina y didáctica, y el dedo acosador con el que señalan a aquellos que tengan una opinión distinta a la del mensaje que director y productores buscan transmitir, forman parte de esta película propagandística –que incluso cuenta con el apoyo de Cenatra (Centro Nacional de Trasplantes) y una alianza con la institución Trasplante y Vida– que pretende concientizar a la audiencia sobre la cultura de la donación de órganos. Aunque bienintencionado, el filme carece de cualquier tipo de sutilezas y, desde el pedestal aleccionador, construye tramposamente cada una de las situaciones para que el espectador actúe de una determinada manera sin permitirle llegar a sus propias conclusiones.
Fecha de estreno en México: 20 de julio, 2017.