En uno de los comunes hechos violentos en los que alumnos norteamericanos entran a sus escuelas armados para matar maestros y compañeros, Celeste (Raffey Cassidy), una niña a punto de convertirse en adolescente, es testigo y víctima del acto demencial. Hospitalizada, como parte de su terapia de recuperación emocional escribe, en colaboración con su hermana Eleanor (Stacy Martin), una sentida canción que debuta en un acto conmemorando a los muertos de la tragedia, con cobertura televisiva a nivel nacional, y se convierte en un éxito fenomenal instantáneo. De inmediato, a la familia le llueven todo tipo de ofertas, entre ellas, por supuesto, la de un hombre que quiere convertirse en Manager (Jude Law) de la chica, quien se encarga de conseguirle un contrato disquero, de convertirla en una estrella y de, en complicidad con Eleanor, sepultar su inocencia. Con apenas 13 años, la vida de Celeste es arrojada a un remolino de conciertos, eventos publicitarios, fiestas, chupe, drogas y sexo con mayores de edad. Con el paso de los años (la historia brinca del 2001 al 2018), la acumulación de experiencias, el cuerpo, el alma y la cabeza de Celeste (Natalie Portman) parecen estar cobrándole caros los costos de sus excesos y deslices, en un momento en el que siendo ya madre de una adolescente, Albertine (Raffey Cassidy) –producto de uno de ellos-, comienza un juego de espejos distorsionados sobre lo que significa prolongar con su hija una historias de errores y disparates, y cuando la noción de lo que significa ser una celebridad se traduce en honra, pero también en lastre.
En Vox Lux, el joven realizador Brady Corbet (The Childhood of a Leader, 2015), quien también escribió el guión, explora dos temas fundamentales en los Estados Unidos que, además, están más interconectados de lo que podría parecer en primera instancia: las matanzas escolares y el mundo del espectáculo. Las noticias, en casi cualquier parte del mundo pero particularmente en ese país, de unos años para acá son tratadas como parte de un show: lo importante es vender y los perpetradores de atrocidades suelen adquirir una notoriedad que en ocasiones parece competir con la fama de las estrellas del cine, la televisión o la música; se convierten, también, en celebridades. A veces, además, estos personajes son inspirados (o dicen serlo) por alguna película, la letra de alguna canción, o simplemente adoptan la imagen de alguna figura pública. ¿Cuál es el fundamento de la fama? ¿Para qué sirve? ¿Cuáles es el costo de obtenerla?, pero, sobre todo, ¿ por qué es tan anhelada por tanta gente que quiere vivirla o, incluso, solo admirarla? Son algunas de las preguntas que deja sembradas Corbet en Vox Luz, un filme bien estructurado en capítulos y que se apoya en un narrador omnisciente (Willem Dafoe), con clara influencia de lo que hizo Von Trier en Nymphomaniac. El narrador, aparte de complementar la trama y, en ocasiones, dotarla de contexto, utiliza un tono y una elección de palabras que transforman el comentario social en sátira. Una, sin embargo, que se funde con la realidad vuelta cliché de tantas estrellas pop que, eh, viven inspiradas en una sátira de su propia vida, aparentemente, pero tan ensimismados que son incapaces de captar la ironía. A través de una paleta de colores fría, del juego de formatos que incluye, por ejemplo, el súper 8 en cámara acelerada, de una interpretación robótica (como de quien va perdiendo el alma) de Portman, y de las canciones a un tiempo grandilocuentes y melódicas de SIA (que en la película supuestamente son escritas por Celeste), el realizador consigue hacer un retrato que es atractivo y amenazante en simultáneo, de un tiempo plagado de narcisismo, de confusión, de vacío, de codicia, de nihilismo, de gente incapaz de soportar los filosos tentáculos de la realidad. Nuestro tiempo.
Fecha de estreno en México: 11 de enero
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex
Alfonso Flores-Durón