Los orcos deben dejar sus tierras atrás porque se han agotado toda fuente de energía. Ahora se transportan al mundo de los humanos, Azaroth, para consumir sus recursos. Para poder hacer el viaje de una dimensión a otra, necesitan alimentar un portal de energía verde con seres vivos, que serán los prisioneros humanos que vayan acumulando. Entre los orcos hay un disidente que sabe que las reglas de su actual líder solo traerá más y más destrucción, por lo que busca aliados que puedan hacerle contrapeso para confrontarlo.
Hasta el momento, no ha habido una película basada en un videojuego que logre ganarse tanto a los fans como a los críticos. Warcraft no es la excepción. Encantó a los fans, está teniendo un gran desempeño en la taquilla China, uno de los países coproductores, pero no se concilió con la crítica. La franquicia de Blizzard fue adaptada por Duncan Jones (Moon, Source Code) un declarado admirador del juego, que había probado con sus dos películas anteriores ser más que una promesa en la dirección. Lamentablemente, su incursión a los blockbusters estuvo acompañada de tragedias en su vida personal. Él mismo ha dicho que esta película comenzó y terminó con cáncer (primero el de su esposa, que superó; después el de su padre, David Bowie). Aunque junto a su coguionista, Charles Leavitt, le da a la película linealidad a la enorme franquicia –repartida en videojuegos, cómics, novelas, juegos de mesa– las diversas historias que componen la trama se sienten desperdigadas. Y aunque hay temas que atraviesan y unen la historia, como lo negativo de tener una actitud avasalladora hacia la naturaleza o la importancia de la paternidad como motor de lucha, resultan insuficientes para darle profundidad y fuerza a los personajes. Quizá la subtrama sobre los hechiceros, las energías y la magia, sea la menos lograda. Visualmente, en general, se recurre excesivamente al CGI, un recurso que más que brindarle verosimilitud a la película se usa para resaltar lo fantasioso de lo que vemos; pero cuando muestra específicamente las energías azul y verde, el recurso se vuelve sucio y desordenado. La mayoría de las actuaciones son aceptables, pero Ben Schnetzer, con un papel importante de hechicero, brinda uno de los trabajos más acartonados y flojos que se han visto recientemente en pantalla. Como su título amenaza, Warcraft es apenas un inicio, una introducción, un planteamiento, una cabeza con muchos tentáculos potenciales para esta exitosa franquicia.